MANUCHO

La eterna presentadora de almuerzos tenía varios años menos y estaba eufórica y a la vez temerosa por el visitante. Luego de algunos comentarios y con la compañía de la infaltable musiquita anunció la presencia del escritor. Éste bajó las escaleras con su bastón colgando del brazo izquierdo, camisa de seda blanca con moño en el mismo tono que el sombrero pequeño y el saco de paño; zapatos charolados y para enfatizar el tono discreto, reloj con cadena de oro, guantes blancos y un monóculo sobre el ojo derecho. Parecía un personaje de otro tiempo, un dandy, uno de los últimos dandys con estirpe y escritor que hubo en Argentina.

La escena sigue. Ante las loas de la anfitriona repartidas por igual al personaje y a su nuevo decorado, en un momento le pregunta: “Manucho, ¿le gusta mi nueva casa?”; el escritor responde: “No. Es una mezcla atroz de estilos”. Así era Manuel Mujica Láinez, un auténtico personaje que a veces perdura más por la infinitud de anécdotas que por su labor de escritor.

Relegado hoy al museo de la literatura, condenado al anecdotario, olvidado por editoriales y la academia, leer hoy a Manucho es una verdadera extrañeza. Sin embargo muchas de sus páginas merecerían estar en una antología esencial de la literatura argentina.

Descendiente de familias patricias, uno de sus antepasados era ni más ni menos que Juan de Garay, presenció a lo largo de su vida cómo la clase aristocrática a la que pertenecía iba lentamente derrumbándose. Ése es uno de los grandes temas en la obra de Mujica Láinez. Pocos como él captaron y describieron el interior mismo de las grandes familias y su decadencia. Una de las novelas, “La casa”, detalla esto magistralmente. Es la mansión señorial y derruida, a punto de ser demolida, quien recuerda su historia y sus habitantes.

En la mirada de Manucho están siempre el gusto por el detalle, por los objetos que son transfigurados por una prosa siempre clara y reveladora de un mundo apenas sugerido por lo que se está describiendo.

Otro de los pilares en la temática del escritor es sin dudas lo histórico. Pocos como él recrearon con tanta erudición las atmósferas de épocas pasadas. Ejemplo de ello es “Bomarzo”, la novela sobre el duque Francesco Orsini y su particular parque de piedra. La obra es una de las más ambiciosas y extensas de Mujica Láinez y fue luego fuente de la ópera que compuso Alberto Ginastera y que tuvo serios problemas con la censura militar de turno.

“Misteriosa Buenos Aires” es una colección de cuentos que recorren la historia de la ciudad desde su fundación hasta 1904. Hay relatos notables como “El hambre”, “El ilustre amor” o “El salón dorado” que cierra el volumen. Este libro es una radiografía precisa de los temas y del estilo refinado del escritor.

Su vida intelectual estuvo ligada siempre al diario La Nación; eximio políglota fue renombrado traductor de francés, italiano e inglés.

Manuel Mujica Láinez nació en 1910 y murió en su estancia El Paraíso, en Córdoba, el 21 de abril de 1984.

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