La muerte de...



Hay algunas personas que tienen un gusto especial por lo apocalíptico—para usar un término que desde Umberto Eco designa a aquellos que sostienen, que los medios masivos (y la tecnología) son la causa principal de todos los males de la vida moderna—, no sólo referido a los inventos tecnológicos; sino también a cualquier circunstancia de la vida cotidiana. Son los o las que en la mañana leen el diario a partir de las necrológicas, los que te llaman en tus vacaciones para contarte con lujo de detalles quién se murió, chocó o está muy mal; y uno termina sospechando que esas personas sienten un especial regodeo en transmitir este tipo de noticias, quizás contagiadas de los procedimientos de los noticieros televisivos.

Algo muy similar ha ocurrido con las relaciones entre la tecnología y el arte. Lo que fue a fines del s. XIX un concubinato escandaloso termina en el s. XX siendo un matrimonio perfectamente consolidado, a tal punto que hoy determinadas ramas del arte serían impensables sin la tecnología. Cada salto tecnológico fue visto por muchos como la muerte del escalón anterior.

Así, Jacques Prouvert escribía en un influyente periódico parisino su visión sobre la fotografía: “La velocidad con que logran sus resultados y la posibilidad de que todos puedan utilizar algunas de estas cámaras, hacen de este invento una verdadera maquinaria de banalización de las personas y los paisajes. Se pierde mucho más de lo que se gana. ¿Es posible comparar un retrato capturado por la cámara con uno realizado por un verdadero retratista? La pintura está herida de muerte y la gran mayoría parece no darse cuenta, [...]quizás en el futuro ya no habrá pintores y nos conformaremos con paisajes monocromáticos en papeles de comercio...”

Si el crítico en 1895 auguraba el fin de la pintura; algunas décadas después Manuel Morraya Valcarcel le daba la extremaunción a la fotografía: “no más imágenes rígidas, lo que tenemos por delante es la captura de la vida misma en su dinamismo. El cinematógrafo va camino de aniquilar la fotografía, que en poco tiempo más será una reliquia del pasado”.

A mediados del siglo XX un profesor de Princenton se lamentaba de la pronta desaparición del cine. “El vértigo de nuestra época hace que un arte, con justicia llamado el séptimo, tenga los días contados. Su muerte no es el sacrificio por algo mejor, mucho me temo que la televisión sea el triunfo de la mediocridad, de lo comercial en detrimento del arte. ¿Qué persona irá a un cine, si puede ver en su casa los programas que lo entretienen y lo distraen de las preocupaciones cotidianas?...”

También hay testimonios sobre la desaparición de la radio y su mundo en manos de la televisión. Sin embargo nada de lo apocalíptico ha sucedido. La pintura sigue tan vital como siempre, la fotografía ha tomado un auge nunca visto gracias al formato digital, ni desapareció el cine, ni la radio. Han tenido que reacomodar su paradigma e incorporar los elementos que la tecnología brinda; en vez de restar nos han dado un plus de nuevas experiencias artísticas para ensanchar nuestra mirada.

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