LA BOHEMIA PARISINA
París fue durante el s. XIX y gran parte del XX la Meca, el lugar de peregrinación de todo aquel que se considerara artista. El lugar soñado para todo creador, triunfar en París era simplemente triunfar en el mundo. La bohemia parisina es casi la quintaesencia de la bohemia.
Románticos rebeldes hicieron de su estilo de vida una verdadera leyenda en el París de 1850. Un París que cambia su fisonomía por la influencia cada vez más fuerte de la revolución industrial. En París confluyen en esta época la aristocracia que lentamente va siendo marginada, la burguesía dominante y sus valores y el proletariado urbano que lucha por un lugar más digno.
Los epígonos del movimiento romántico viven en esta atmósfera, se sienten incomprendidos y desprecian los valores de esta sociedad que se les presenta como caótica. Alfred de Musset fue uno de ellos, decepcionado de la posible gloria literaria, su vida se convirtió en un verdadero peregrinaje por salones literarios, cafés, cabarets, la noche parisina y sus desenfrenos. Estuvo a punto de morir en duelos por mujeres que luego lo abandonaban o abandonaba para ir con amigos a verdaderas rondas de alcohol y drogas.
Théophile Gautier en la misma época desdeña su origen pequeño-burgués mediante vestimentas y actitudes excéntricas. Tiene en claro su vocación artística y se refugia en pasajes escondidos de la ciudad para no contaminarse con la rapiña comercial de su época. Junto a Gérard de Nerval, con quien convivió, y otros artistas funda un pequeño cenáculo que produce obras críticas de la vida contemporánea. Ambos, Gautier y Nerval, se refugian en la noche, en los cafés o en hoteles donde experimentan con el opio junto al pintor Delacroix y los escritores Víctor Hugo, Dumas y Baudelaire.
Enviado por su padre desde provincias a estudiar abogacía, Julio Verne, el autor de “Viaje al centro de la tierra” no pudo resistirse a la bohemia parisina. Algunos conjeturan que sin la bohemia, Verne quizás sólo hubiese sido abogado. Los primeros años como estudiante fueron caóticos y los libros apenas entrevistos, es que el tiempo se iba en pasear con amigos por la ciudad y en concurrir a tertulias de café, o ver obras teatrales. Fue en esas circunstancias cuando conoció a Alejandro Dumas(h), el autor de “La dama de las camelias” quien lo alentó a la escritura.
Baudelaire camina, camina París de noche, casi siempre pobre, casi siempre solo. Ve la otra cara de la ciudad: sus lacras, sus marginados. La “ciudad luz” oculta una ciudad de sombras. Baudelaire encuentra belleza en lugares que el arte no se atrevía a entrar, en lugares nuevos que el capitalismo había engendrado. “Las flores del mal” es un libro sin el cual no se puede entender la literatura moderna y que en el momento de su publicación le costó al artista un proceso y una fuerte multa.
Es en esta época cuando un barrio cobra una relevancia especial: Montmartre, lugar con cierta reputación de criminalidad y bohemia que acaba convirtiéndose en el centro de ocio. Lo mejor de la bohemia estaba por llegar.
Románticos rebeldes hicieron de su estilo de vida una verdadera leyenda en el París de 1850. Un París que cambia su fisonomía por la influencia cada vez más fuerte de la revolución industrial. En París confluyen en esta época la aristocracia que lentamente va siendo marginada, la burguesía dominante y sus valores y el proletariado urbano que lucha por un lugar más digno.
Los epígonos del movimiento romántico viven en esta atmósfera, se sienten incomprendidos y desprecian los valores de esta sociedad que se les presenta como caótica. Alfred de Musset fue uno de ellos, decepcionado de la posible gloria literaria, su vida se convirtió en un verdadero peregrinaje por salones literarios, cafés, cabarets, la noche parisina y sus desenfrenos. Estuvo a punto de morir en duelos por mujeres que luego lo abandonaban o abandonaba para ir con amigos a verdaderas rondas de alcohol y drogas.
Théophile Gautier en la misma época desdeña su origen pequeño-burgués mediante vestimentas y actitudes excéntricas. Tiene en claro su vocación artística y se refugia en pasajes escondidos de la ciudad para no contaminarse con la rapiña comercial de su época. Junto a Gérard de Nerval, con quien convivió, y otros artistas funda un pequeño cenáculo que produce obras críticas de la vida contemporánea. Ambos, Gautier y Nerval, se refugian en la noche, en los cafés o en hoteles donde experimentan con el opio junto al pintor Delacroix y los escritores Víctor Hugo, Dumas y Baudelaire.
Enviado por su padre desde provincias a estudiar abogacía, Julio Verne, el autor de “Viaje al centro de la tierra” no pudo resistirse a la bohemia parisina. Algunos conjeturan que sin la bohemia, Verne quizás sólo hubiese sido abogado. Los primeros años como estudiante fueron caóticos y los libros apenas entrevistos, es que el tiempo se iba en pasear con amigos por la ciudad y en concurrir a tertulias de café, o ver obras teatrales. Fue en esas circunstancias cuando conoció a Alejandro Dumas(h), el autor de “La dama de las camelias” quien lo alentó a la escritura.
Baudelaire camina, camina París de noche, casi siempre pobre, casi siempre solo. Ve la otra cara de la ciudad: sus lacras, sus marginados. La “ciudad luz” oculta una ciudad de sombras. Baudelaire encuentra belleza en lugares que el arte no se atrevía a entrar, en lugares nuevos que el capitalismo había engendrado. “Las flores del mal” es un libro sin el cual no se puede entender la literatura moderna y que en el momento de su publicación le costó al artista un proceso y una fuerte multa.
Es en esta época cuando un barrio cobra una relevancia especial: Montmartre, lugar con cierta reputación de criminalidad y bohemia que acaba convirtiéndose en el centro de ocio. Lo mejor de la bohemia estaba por llegar.
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