CUMPLEAÑOS

Quizás se sorprenda o te sorprendas lector, lectora al leer esta columna porque por una vez la valla de la intimidad se ha roto y al momento de leerla y venciendo la timidez te digo o le digo que estoy de cumpleaños. “¿A mí qué me importa, dirás?” y es cierto; pero quisiera dentro de este abuso de intimidad compartir con vos algunas sensaciones que en muchos casos es muy posible que se parezcan a las tuyas.

Cumpleaños. Una Ceremonia especial, plural o secreta. No podemos ser indiferentes a pesar de nuestro empeño de vivirlo como un día común. Y no, no es un día igual aunque nuestro caparazón trace las mismas líneas de siempre; en la intimidad sabemos que no es así. Es que no es poca cosa poblar el vacío que éramos, revertir, aunque sea por un breve paréntesis de tiempo, la nada, asomarnos al mundo.

“Has gastado los años y te han gastado/ y aún no has escrito el poema.” Estos versos de Borges están presentes en cada cumpleaños desde el día que los leí. Resumen la ambigüedad que experimento entre la decepción por lo que no hice y la esperanza de hacerlo en el futuro. En realidad no importa si es un poema, un viaje, un diálogo, un amor, un trabajo. Lo que sé es que a medida que pasan los cumpleaños lo que no hice se torna un poco más irreversible y la esperanza más acotada. Claro, pasados ya los cuarenta, cada nueve de mayo es también el sonido de las campanas del cuento “Un médico rural” de Kafka, anuncian que quedan menos días y que los caminos deben ser cada vez más claros porque hay menos opciones de corregir el rumbo.

En mi infancia sólo recuerdo cumpleaños muy felices, con mucha gente, sin la parafernalia actual de castillos inflables, disfraces, películas o piñatas; sorpresitas, globos y gorritos y apenas alguna decoración y mucho lugar para jugar.

Después como todo, hubo cumpleaños en la más patética soledad y otros con abundancia de amigos y parientes, unos de café con leche y pan y otros de manjares exóticos.

Tiendo a pensar que el tiempo no es una larga linealidad, sino más bien un círculo no sólo porque hay situaciones que vuelven, sino porque el derrotero que trazamos se parece mucho a una circunferencia que se va llenando. Echamos en ella vivencias, amigos/as, afectos, hijos/as, paisajes, trabajos, dolores, pérdidas, alegrías, sinsabores y tantas cosas.

Hoy, como siempre, vendrán amigos/as, los seres queridos, habrá alegría en la mesa, algunas ausencias definitivas y otras no. Llamarán o escribirán los que me quieren, algunos de tan lejos y en tantos sitios que el cariño se hace gigante para alcanzarlos en su diáspora.

Sí, hoy será especial, quizás porque siento que estoy llegando a la parte más lejana del punto de salida y que empezaré lentamente a cerrar el círculo que se inició allá lejos, en una casa inmensa de pisos de tierra y un jardín enorme que olía a lilas y rosas y la luz prístina del otoño resaltaba cada hueco, cada hoja como si fuera el primer día de la creación.

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