LA BOHEMIA


“Es un bohemio” suele ser la caracterización que usamos ante determinada persona que vive fuera de los preceptos de la sociedad burguesa y se dedica a un oficio generalmente artístico, tiene poco apego al dinero, al ahorro, a los bienes, al confort, a los horarios, a los trabajos convencionales.

En la sociedad actual, tan apegada a los bienes materiales, apego que constantemente los medios se encargan de fomentar, rara vez el término bohemio tiene una caracterización positiva; en la mayoría de los casos la ex-centricidad se ve simplemente como vagancia.

La vida bohemia nace a fines del siglo XIX y se extiende con altibajos a parte del XX. Surge en un periodo determinado, la modernidad, el momento en que la burguesía se transforma en la clase dominante y el capitalismo de la mano de la revolución industrial se impone entre las potencias europeas y en Estados Unidos.

En realidad, nos interesa la bohemia artística y sobre todo la literaria. Fue el romanticismo el que planteó una pregunta que aún hoy sigue resonando: ¿cuál es el lugar del arte y del artista en la sociedad?

Los románticos percibieron que su posición como productores de arte (pintores, dramaturgos, poetas, novelistas, escultores, etc.) se tornaba cada vez más difusa en una sociedad que comenzaba a enarbolar la bandera del pragmatismo y el utilitarismo.

Ellos reaccionaron con virulentos ataques a la vida burguesa e hicieron todo lo posible para escandalizar a esa sociedad, tanto en sus textos, como Víctor Hugo con el drama “Hernani” (que provocó una verdadera batahola el día de su estreno), como en sus costumbres, George Sand vestida de hombre, Baudelaire borracho, Verlaine y su bisexualidad, por ejemplo.

Expulsados de los lugares de prestigio, ignorados por la sociedad que los mira con recelo, los artistas románticos descubren un lugar en donde reconocerse y refugiarse: el café. Éste será el ámbito central de la vida bohemia durante más de un siglo. Es entre el humo de las pipas y los cigarros y acompañados por el penetrante aroma del café, y mientras escancian vino o licores, donde se discute de estética, de libros, de pintura. Todos lanzan apóstrofes a la sociedad que los ignora, pero todos esperan algún día que esa sociedad les de la gloria artística.

En la segunda mitad del siglo XIX, en pleno proceso de modernización de la sociedad, el divorcio con los “bohemios” se hace más evidente. Los escritores bohemios viven en pensiones o buhardillas precarias y tratan de sobrevivir publicando notas o escritos esporádicos en los diarios que a veces los toman como empleados permanentes. En el ambiente de las redacciones se desarrolla una bohemia muy particular que tendrá su apogeo en las primeras décadas del siglo XX.

Es que el periodismo de ese tiempo tenía dos elementos entrañables para este tipo de vida: la noche y el vagabundeo por la ciudad que con sus cambios los deslumbra. Como en todos los grupos hubo bohemios talentosos y convencidos de su forma de vida; para otros fue sólo una pose, un divertimento que luego olvidaron. Algunos dejaron una obra perdurable, la mayoría un sin fin de anécdotas pintorescas.

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