LA BOHEMIA PARISINA II


Murger, un estudioso de la vida bohemia parisina, clasifica a la bohemia en varias categorías. A la primera la llama "La bohemia ignorada", es la más numerosa y está integrada por artistas pobres con una fe desmedida en el arte y un desprecio absoluto por el dinero y las convenciones sociales; inserto en ese grupo, hay un sector lleno de mediocridades literarias, habituados a la pereza, el desorden y "a vivir de arriba". Para Murger "la bohemia ignorada no es un camino, es un callejón sin salida", que extingue las mejores inteligencias.

A la segunda categoría la llama "la bohemia aficionada", generalmente integrada por jóvenes burgueses rebeldes o bien que les atrae la vida bohemia; pero una vez que la rebeldía se aplacó ya sea por cansancio o por buscar nuevas experiencias o por presión de su entorno, vuelven a la vida social que su clase ha uniformado. En la mayoría de los casos estos jóvenes ven en la bohemia una manera de hacerse notar pero carecen de talento artístico.

El tercer grupo es el que Murger denomina "la bohemia oficial", son aquellos que sin importar la clase social tienen una vocación artística inquebrantable y un talento singular. Estos son los bohemios que van a triunfar en el mundo del arte y lucharán-pese a todos sus prejuicios-por integrarse en el mercado literario y artístico y así ganarse el reconocimiento de la sociedad.

A fines del siglo XIX, la modernización de la vida (electricidad, medios de transportes, nuevas técnicas de construcción, ascenso social de ciertos sectores de la clase obrera, etc.) es claramente el triunfo de la clase burguesa y su modo de vida. Esto hace que los artistas bohemios nuevamente se planteen el viejo dilema de cincuenta años atrás: si es lícito vender su arte y que éste sea transformado en una mercancía más.

Aznar Soler habla de la aparición en Francia de una "bohemia negra", socialmente marginada, integrada por una enorme cantidad de jóvenes de diferentes clases, que milita en política y tiene como enemigo al artista burgués.

"El odio del escritor burgués por la actitud bohemia era un síntoma de la angustia con que el escritor de la clase dominante contemplaba el ascenso amenazante de una bohemia hosca, rebelde y militante...", señala el mismo autor.

En el París finisecular hay dos barrios que dan acogida a la vida bohemia: Montmartre, barrio de pintores, entre ellos Toulouse-Lautrec, el pintor de las artistas de un cabaret célebre: el Moulin Rouge.

Pero ya la bohemia inevitablemente está contaminada por el mercado, esto lo advierte Rubén Darío, el poeta de "Sonatina", en una crónica de la época. "Montmartre ha cambiado. Hay una verdadera transformación de ese rincón de la alegría, donde hace algunos años todavía se soñaban sueños de arte y se amaba con menor desinterés. Se dice que los artistas de hoy, ¡los mismos artistas!, no piensan más que en la ganancia...".

El otro barrio es el Barrio Latino, y allí además de estudiantes y marginados, se dirigirán muchos de los jóvenes latinoamericanos que sueñan con París y su bohemia como lugar de realización artística y vital.

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