El Sena y la literatura II


Madrugué. Y los olores son nuevos en este verano ya picante. Los bares cercanos al río tienen mesas y sombrillas y las parisinas toman café y gaseosas debajo de sus sombreros estrafalarios y dejan ver la piel aún no acostumbrada a la intemperie y untada de perfumes. Este sector del río parece ser un tanto exclusivo. Adherida a estas postales está la ciudad y el río diseñados durante siglos por la tinta y el papel.

Amante del río fue ese extraño y controvertido personaje llamado Louis Ferdinand Céline y la novela que lo inmortalizó, "Viaje al fin de la noche", termina justamente con una imagen de París y el Sena: "Un remolcador silbó a lo lejos: su llamamiento atravesó el puente, la esclusa, un trecho más y el otro puente, lejos, más lejos. Llamaba a todas las barcas del río, llamaba a la ciudad entera, al cielo y al campo, nos llamaba a nosotros también, a todo lo que el Sena conducía, a todo... Y que no se diga más".

Si Céline fue una figura polémica y rebelde no lo fue menos el estadounidense Henry Miller, quien, junto a toda una generación de compatriotas en los años 30, emprendió el viaje iniciático y bohemio a París. Miller en "Trópico de Cáncer", su primera novela, nos mete en una ciudad que ya presiente el viento de la guerra y en la que sus personajes viven, por esto mismo, desenfrenadamente. El protagonista en el final de la novela encuentra en el río y en el paisaje cierto sentido a su caótica existencia: "Tan tranquilamente corre el Sena que uno apenas advierte su presencia. Siempre está allí, calmoso y modesto, como una gran arteria que corre a través del cuerpo humano. En la maravillosa paz que caía sobre mí; durante algunos instantes podría contemplar el panorama a mi alrededor, para comprender el sentido del paisaje [...] El sol se está poniendo. Siento que este río corre a través de mí, su pasado, su antiguo suelo, el clima cambiante. Las colinas lo bordean dulcemente, su curso está determinado".

Mientras navego en esta lancha en la que se mixturan todos los idiomas, todos los codos y antebrazos desesperados por la mejor fotografía del Sena y sus puentes o de las riberas de París, busco un pequeño espacio tranquilo y miro el agua y me pregunto si flotará todavía la corbata violeta del protagonista del cuento "Sinatra y violetas para tus pieles" del peruano Alfredo Bryce Echenique. La historia desopilante de un bohemio que por fin encuentra el amor y este sentimiento está asociado también al río. "Fuimos a pasear por el Sena, a mirar tanto el Sena que no fuimos ni a cenar y nos quedamos ahí para siempre mirando el río [...]Está tan bello el río! -exclama Karim- ¡Está tan bello, mi amor, que ya sólo le falta la corbata?! Actué con rapidez y amor y allá fue, río abajo mi calurosa y vieja corbata florida, con sus toques violeta".

Es el final, preparo mi mochila. París sigue siendo una fiesta, quizás diría hoy el viejo Hemingway, lástima que terminan demasiado pronto.

Comentarios

Entradas populares