CONVENTILLOS
El conventillo fue una vivienda urbana inevitable para los
inmigrantes del Río de la Plata. Tiene un parentesco lejano con el hotel y poco
que ver con la palabra que le da origen: convento. En general, este tipo de
vivienda disponía de varias habitaciones que daban a un largo corredor o a un
patio y se compartían la cocina y los sanitarios.
En nuestro país fue el
hogar de los provincianos que buscaban trabajo en Buenos Aires y el punto de
reunión de la masa inmigratoria de fines del XIX y comienzos del siglo XX. No
todos los historiadores están de acuerdo con el origen de estos peculiares
inquilinatos, aunque coinciden en la carencia de viviendas que había por
entonces en la capital. Ante esta situación los inmigrantes fueron armando
pequeñas casas de madera y de chapa en las orillas del Riachuelo y en las cercanías
del Hotel de Inmigrantes. Además, por las epidemias de cólera y de fiebre
amarilla la clase alta de algunos barrios como San Telmo, Monserrat dejó
abandonados sus caserones. En ellos se instalaron numerosas familias que
compartían algunos sectores de estas casas enormes, especialmente la cocina y
el baño.

La literatura prestó
enseguida atención a estos hospedajes modestos de los suburbios de la capital
argentina. El teatro y la poesía fueron quienes más se acercaron al nuevo
fenómeno social y cultural; más tardío y menos frondoso, quizás, fue el
abordaje de la narrativa. Seguramente te viene a la memoria, mientras lees, el
sainete de Vacarezza “El conventillo de la paloma”, verdadero fresco de lo que
sucedía en esa época en un conventillo. Intervienen en la obra toda una serie
de personajes característicos como el criollo, el gallego, el tano, el turco,
la prostituta, el guapo, etc.

Un texto de Eugenio
Cambaceres escrito en los comienzos de la inmigración aparece la imagen del
conventillo como un lugar poco feliz y despreciado por Genaro, el protagonista
de la novela “En la sangre”. Lo desprecia porque el conventillo es sinónimo de
pobreza, de clase social baja. Así lo describe el narrador: “Hileras de cuartos de paredes de madera y techos de
cinc rodean un patio bastante sucio. Es enero y el hacinamiento humano unido al
tufo de los braseros en que se fríe con grasa, hacía el aire irrespirable”
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