POEMAS DEL DUERO


               Sentado bajo la sombra de las murallas de la ermita de San Saturio, mientras el sol lentamente declina sobre el río que pasa plácido entre los árboles e inicia su “Curva de ballesta en torno a Soria”, busco que la mirada sea una esponja poderosa y el rumor del agua y los pájaros quede indeleble en la memoria. El Duero, impávido sigue corriendo hacia la mar, llevándose jirones de Castilla, como dice Machado.


               Claro, estar en Soria y junto al Duero es convocar al poeta de estos campos y de este río. “A orillas del Duero” es quizás uno de los más extraordinarios poemas del siglo XX, en él el río aúna el pasado glorioso con el presente decrépito:El Duero cruza el corazón de roble/ de Iberia y de Castilla”. También estos árboles centenarios han sido testigos del vagar del poeta, He vuelto a ver los álamos dorados,/ álamos del camino en la ribera/ del Duero, entre San Polo y San Saturio”... y los versos siguen cayendo en la memoria.


               Sumerjo un minuto mis manos y las llevo a mi cara llenas de agua, sabiendo que me empapo de historia, que la lengua que hablo sólo pudo florecer en sus orillas. Sus aguas apagaron la sed del Cid y sus mesnadas y quizás del juglar que tiempo después escribió la historia. Y un romance me llega en la tarde sobre la Zamora de doña Urraca en que se menciona el río: “Zamora había por nombre, – Zamora la bien cercada;/ de un lado la cerca el Duero, – del otro Peña Tajada”. Muchos siglos después Unamuno evocará el río y esta ciudad en otro romance: “Zamora del recio ensueño,/ mi románica Zamora,/ poso en Castilla del cielo/ de las leyendas heroicas/ del lejano romancero,/ Zamora dormida en brazos/ corrientes del padre Duero”. También el río puede navegarse en otro poema de don Miguel en el que se conjugan lo histórico y lo geográfico ya en su título: “Dorium, Duero, Douro”.


               El poeta zamorano Claudio Rodríguez  en una elegía subraya la experiencia singular que significa haber vivido junto al Duero: “ponte como hoy en pie de guerra, guarda/ todas mis puertas y ventanas como/ tú has hecho desde siempre,/ tú, a quien estoy oyendo igual que entonces,/ tú, río de mi tierra, tú, río Duradero”.


               Otro cantor del Duero ha sido Gerardo Diego, aquí tenemos la primera estrofa de un poema con aire tradicional: Río Duero, río Duero,/ nadie a acompañarte baja;/ nadie se detiene a oír/ tu eterna estrofa de agua”. José García Nieto termina su poema dedicado al río con estos versos: A Urbión le cubre un pecho de paloma;/ deshecho en ti se vuelve mensajero,/ y al mar diciendo va, de loma en loma,/ que en hombros del amor se acerca el Duero”.


               Con el riesgo de que este centón se torne insoportable dejo aquí mis evocaciones sobre el río y la poesía que lo nombra. Camino hacia la ciudad y en el puente me detengo, veo pasar el agua imperturbable y perderse corva a lo lejos. Es cierto, es un río, me digo, pero por él también corren siglos de palabras.



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