EL COLOMBIANO



¡”Otro buitre más echa tintas”!—dirás—que se abalanza sobre la figura de García Márquez para regurgitar la carretada de frases previsibles o de lugares comunes o de citas muchas veces apócrifas que han pululado estos días. También hubo palabras inteligentes, anécdotas esclarecedoras de su personalidad, juicios interesantes sobre su obra. Todo ese conjunto, como el “Cambalache” de Discépolo, impresiona por el volumen, por la cantidad de espacio ocupado en todos los medios y en todos los soportes. Mucho más que un jefe de estado, mucho más que cualquier músico o actor famoso. Infrecuente en un escritor.   
Y uno se pregunta por qué García Márquez ha llegado a ser el escritor más rutilante de nuestro tiempo. No lo sé, pero en estas líneas voy buscando mi respuesta. Lo primero que uno puede considerar es la cantidad de lo escrito, y aquí no ha tenido la desmesura de Balzac  pero tampoco se puede aparejar con Juan Rulfo en cuanto a la economía. Alrededor de cuarenta obras, entre textos periodísticos, guiones, crónicas, novelas, cuentos y un solitario monólogo teatral, y de ellos más o menos la mitad son obras de ficción. Me animo a decir que en su conjunto la obra literaria de Vargas Llosa es más sólida, tiene menos fisuras; y sin embargo, echarás sobre la mesa para refutarme, lector, lectora, a modo de prestidigitador, “Cien años de soledad” y yo diré “touché”.
Pero todos sabemos que García Márquez no es el escritor de una sola novela, aunque esta tenga ya el aura mítica  de  ser la summa y cifra de la historia de Colombia y por extensión de la historia latinoamericana. Quizá prefieras “El amor en los tiempos del cólera” o bien “Crónica de una muerte anunciada”, o alguno de sus cuentos.  En todas, inclusive en los textos periodísticos está presente el impulso irrefrenable por contar. Si jugásemos a mezclar ingredientes para fabricar un escritor, en el caso del autor de “Doce cuentos peregrinos”, yo pondría bastante de política, algo de guerra, una pizca de periodismo y varios litros de Caribe colom
Casa natal de García Márquez
biano. Así y todo la receta está incompleta.
Para mí la clave del colombiano más famoso, como siempre lo he llamado en algunas columnas, es la creación de una atmósfera que envuelve unas coordenadas espacio-temporales únicas: las del Caribe colombiano desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX. Una atmósfera que revela una forma de vivir, de sentir y de morir muy peculiares. Y en la literatura las atmósferas se crean mediante un estilo, mediante palabras. Allí está la fuerza de ese mundo narrativo. La elección de palabras propias de esa geografía unidas a una frase plenamente musical, que en algunos casos contiene varios periodos oracionales superpuestos y en otros es muy simple, todo eso envuelto en una capa de una trabajada sencillez y con una maestría singular para contar las historias que pueden ser consumidas por todos, revelan una posible radiografía (borrosa) del escritor.
Pensaba en el estilo de Borges, ¡tan distinto! Y sin embargo tan peligroso como el de García Márquez, porque uno inevitablemente, después de leerlos, tiende a reproducir (de modo involuntario) sus frases, sus adjetivos. Te decía en el párrafo anterior de la trabajada sencillez de la escritura del aracataqueño; nada más cierto ya que desde sus inicios periodísticos su preocupación por la rigurosidad de su prosa fue central. Estudiaba muy bien a los periodistas consagrados y también a los escritores que le gustaban, Plinio Apuleyo Mendoza, periodista y amigo, cuenta que su edición de “El sonido y la furia” estaba rayada de cabo a rabo y con gran cantidad de anotaciones sobre la técnica de Faulkner.
Ahora que ya no está, se me ocurre que la literatura latinoamericana y sus lectores, hemos tenido en este tiempo la posibilidad de compartir una edad dorada. Si España tuvo a Cervantes o Quevedo, Alemania a Goethe o Schiller, Francia a Moliere o Racine; nuestros clásicos han sido nuestros contemporáneos, no hay una muralla de siglos sino que hemos podido cruzarnos en la calle con Borges o Cortázar o Fuentes, o Vargas Llosa o García Márquez. Singular privilegio  el nuestro.

                                

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