BURDELES Y LITERATURA
La palabra "burdel" parece ser que
proviene del francés antiguo y nace en plena Edad Media. "Bordé"
significa cabaña de madera; las casas de prostitución estaban en las afueras de
las ciudades y eran viviendas precarias de madera, por lo que se asoció el
sitio de comercio sexual con el nombre de la construcción. De allí pasó a las
diferentes lenguas romances y parece ser que llegó al castellano del provenzal
"bordel" o bien del catalán "bordell".
Cada pueblo o ciudad de nuestra Patagonia ha tenido
su burdel famoso, que conforme avanza el tiempo, adquiere en la lejanía aires
de leyenda.
"El Fox", "La Noche" y "La
Tapera" fueron sitios emblemáticos de mi pueblo y permanecen en la memoria
de los viejos como lugares "tolerados", –estandartes de una cultura
machista– para el esparcimiento de los grandes y como lugar de debut sexual y
cierto desenfreno de los jóvenes.
Anécdotas de estos locales hay muchas. Te cuento
una familiar: un tío y mi abuelo se encontraron en el ingreso, ambos se
sorprendieron ya que cada uno había manifestado en la casa su intención de irse
a dormir.
Las peleas frecuentes y los tiros en la madrugada
de clientes pasados de copas unían estos burdeles reales con los que de chicos
nos proveía la televisión o el cine: los burdeles de las películas de cow-boys,
en los que siempre la chica conseguía irse con el vaquero valiente. Me crié
enfrente de un burdel. Con la pandilla del barrio imaginábamos que el interior
era como los de las películas. De grande caí en la cuenta que incluso el del
cine también era una imitación, como lo cuenta en "Casa de geishas",
Ana María Shua: "Burdel de pueblo que imita famoso burdel de la capital
que imita burdeles de Nueva Orleáns que imitan la idea que los americanos
tienen de los burdeles de París. Burdel de pueblo, copia lejana: balcones de
terciopelo rojo, mujeres de hierro forjado".
***
Territorio misterioso e infranqueable, a la manera
de castillo medieval, no había ninguna posibilidad de traspasar sus muros.
Territorio deseado, porque de él veíamos salir a mujeres únicas, que no se
parecían ni vestían como las del barrio. El Jasón de la pandilla que trajo el
vellocino de oro, fue Marcelo. Se cayó frente a las puertas del burdel en su
bicicletita y golpeó la cabeza con una piedra.
Rápidamente fue socorrido he ingresado a la
fortaleza; nosotros quedamos expectantes a la espera, mientras envidiábamos su
suerte. Al final, nuestro adelantado salió casi llorando, con la cabeza vendada
y emprendió la vuelta a casa sin relatarnos nada de su particular aventura.
No sé si será cierto aquello que decía William
Faulkner, que el trabajo ideal para un escritor no es el periodismo ni la
cátedra, sino el de administrador de un burdel. El padre del "El sonido y
la furia" señala que "ese es el mejor ambiente en que un artista
puede trabajar. Goza de una perfecta libertad económica, está libre
del temor y del hambre, dispone de un techo sobre su cabeza y no tiene nada que
hacer excepto llevar unas pocas cuentas sencillas e ir a pagarle una vez al mes
a la policía local. El lugar está tranquilo durante la mañana, que es la mejor
parte del día para trabajar.En las noches hay la suficiente actividad social
como para que el artista no se aburra, si no le importa participar en
ella…"
Es una lástima –pienso– haber sido un lector tardío de
Faulkner
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