BURDELES Y LITERATURA III
No es mi propósito contarte con detalles esta
historia que da para escribir una novela, sino referirte algunos hechos que
entroncan con obras que tienen como espacio central el prostíbulo. Parece ser
que la huelga vino por un reclamo de mayores porcentajes en las ganancias por
parte de las chicas, encabezadas por su líder, “la correntina”, que paralizó la
vida nocturna de mi pueblo. Así se acabó la parranda y los hombres solos y no
tanto, “respetables” y poco menos deambulaban de bar en bar ahítos de alcohol.
Los pabellones de YPF eran un polvorín de gente que al menor roce provocaba
bataholas dignas de películas del oeste. La unidad sanitaria y la comisaría
estaban colmadas.
Al atardecer del quinto día de huelga, un
domingo—según dice el periódico—las “habitantas” organizaron una marcha por la
calle principal rumbo a la casa de Fructuoso Pérez para exigirle interviniera
en el asunto; al mismo tiempo otra columna llegó al solar del intendente
convocada por el cura para reclamar que de una vez por todas se expulse a las
mujeres y se cierren los burdeles. El juez de paz y el comisario con algunos
efectivos se instalaron a las apuradas en el patio y amenazaron con llevarlas a
todas a la comisaría. Al parecer semejante revuelo resonó en todo el pueblo y
ante la pretensión de arresto colectivo de las “habitantas”, aparecieron varios
camiones de petroleras multinacionales, que a modo de los elefantes de Aníbal,
estuvieron a punto de arrasar la casa de Pérez y de aplastar al comisario y sus
efectivos.
Un alboroto similar causó la instalación en las
afueras de Piura de la Casa Verde, el mítico prostíbulo que da título a una de
las grandes novelas de Mario Vargas Llosa. Así “A las pocas semanas de regresar a Piura don Anselmo con la caravana de
habitantas, la Casa Verde había impuesto su dominio. Al principio, sus
habitantes salían de la ciudad a ocultas; esperaban la oscuridad, discretamente
cruzaban el Viejo Puente y se sumergían en el arenal. Luego las incursiones
aumentaron y a los jóvenes, cada vez más
imprudentes, ya no les importó ser reconocidos por las señoras… […] Cayeron los
piuranos más sobrios, los más trabajadores y rectos. En la ciudad, antes tan
silenciosa, se instalaron como pesadillas el ruido, el movimiento nocturnos. Al
alba, cuando el arpa y las guitarras de la Casa Verde callaban, un ritmo
indisciplinado y múltiple se elevaba al cielo desde la ciudad…”
No es esta la única novela que Vargas Llosa dedica
al tema de los burdeles y la prostitución, es un tema recurrente y tiene que
ver, creo, con cierta experiencia personal que el autor resume de esta manera:
“Y creo que sería desleal para con mi memoria y mi adolescencia no
reconocer, también, que en esos años en los que fui dejando de ser niño,
mujeres como ‘la Pies Dorados’ me enseñaron los placeres del cuerpo y los
sentidos, a no rechazar el sexo como algo inmundo y denigrante, sino a vivirlo
como una fuente de vida y de goce y me hicieron dar los primeros pasos por el
misterioso laberinto del deseo”.
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