BURDELES Y LITERATURA V
Este largo recorrido por
algunos burdeles de la literatura llega a su fin. Me gustaría referir algunas
obras más que tienen como centro de atención al burdel. Manuel González Astica,
en realidad fue un fantasma abandonado ya en la infancia, porque desde siempre
él fue ella, la Manuela, la protagonista de esa novela infernal que es “El
lugar sin límites” de José Donoso: “De una casa de putas a otra. Desde que
tenía recuerdo…de una casa en otra, siempre, desde que lo echaron de la escuela
cuando lo pillaron con otro chiquillo y no se atrevió a llegar a su casa porque
su papá andaba con un rebenque enorme, con el que llegaba a sacarle sangre a
los caballos cuando los azotaba, y entonces se fue a casa de una señora que le
enseñó a bailar español. Y después ella lo echó, y otras, siempre de casa en
casa, sin un cinco en los bolsillos, sin tener dónde esconderse y
descansar…" Pocos personajes como la Manuela revelan el dolor de su
condición de travesti poco agraciado y prostituta. Sus ilusiones y sueños
chocan brutalmente con la realidad que le infringe una catarata de
humillaciones.
Digo infernal porque la
Estación El Olivo comienza a languidecer y hundirse bajo las hojas del otoño,
como una tumba, como un infierno; sus habitantes han esperado el progreso
prometido por don Alejandro, el cacique del lugar, pero la esperanza deviene en
fracaso. El mismo prostíbulo compuesto por “siete mesas sucias, donde los
hombres dejaban su olor a sudor, aceite de máquinas y cigarros baratos", en
el que viven “la japonesa”, la Manuela, Lucy, Clotilde y luego también “la
japonesita”, se hunde lentamente con el correr de los años. Se precipitan
también los personajes, y es la hija no deseada de Manuela, quien de un modo
simbólico clausura toda esperanza para los habitantes de esa casa, cuando pone definitivamente
la tranca en la puerta.
“El
lápiz del carpintero” (Manuel Rivas) tiene al burdel como el sitio en el que
uno de los protagonistas, Herbal, le cuenta parte de su vida como carcelero del
régimen franquista a una de las prostitutas, María da Visitação. A Herbal le
interesa relatarle la vida de Daniel Da Barca desde su arresto y su paso por
las cárceles, María apenas interviene para pedir una aclaración de un pasaje
del relato o dar su interpretación.
“La madre
de Ernesto” es un cuento extraordinario de Abelardo Castillo. Hay un
prostíbulo, “El Alabama” que comenzó siendo “un rudimentario club nocturno.
Dejó de ser rudimentario cuando al turco se le ocurrió agregar unos cuartos en
el primer piso y traer mujeres”. Y una de las mujeres es la madre de un amigo
(Ernesto) que se había ido de su casa y del pueblo con una compañía de teatro y
vuelve a trabajar con el turco en el burdel. El narrador y sus dos amigos hacen
todo lo posible para justificar su visita al Alabama.
Mientras escribo viene a mi memoria un ser
envidiado por la mayoría de los hombres, el capitán Pantaleón Pantoja, aquel
que tenía un ejército de prostitutas que navegaban por la selva peruana para
luchar cuerpo a cuerpo con los miembros del ejército formal. Pantoja regenteó
el prostíbulo ambulante más famoso de la novela latinoamericana y sus
“visitadoras” llegaban a los vericuetos más escondidos del amazonas.
Recuerdo
a Larsen reclutando prostitutas para su local, tan viejas y decrépitas que lo llamaron
“Juntacadáveres”, ese apodo es el título de la novela de Onetti. El burdel de
Larsen es en el fondo un lugar utópico, en el que los hombres van a buscar sus
sueños perdidos.
Quedaron
sin mencionar algunos géneros que tienen también un tratamiento asiduo del
burdel, como son algunas formas del teatro y el tango. Con sueño y deambulando
entre mesas de tantas casas de alterne, es hora ya de salir y ver un poco la
luz del sol.
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