DESPEDIDAS
Andar citándose a sí mismo es más o menos
como ir cortando flores y poniéndoselas en el ojal del saco, en el sombrero o
detrás de la oreja, un gesto exhibicionista y pedante; pero en algunas columnas hace ya mucho tiempo
te comentaba sobre la sorpresa y perplejidad que me provoca el gesto de algunos
escritores que de un día para otro deciden poner punto final a su labor. Es un
prejuicio, lo sé; porque no me causa la misma extrañeza que un jornalero, un
carpintero o un médico, decidan un día no ejercer más.
Ejemplos ilustres en las letras hay desde
siglos, sin ir más lejos, siempre me pregunté por qué William Shakespeare
decidió un día, en el pináculo de su fama, huir de Londres y volver a su aldea
campesina y dejar definitivamente el teatro y la escritura. El mismo enigma
para quien inauguró la poesía moderna, Arthur Rimbaud, que muy joven abandonó
la poesía, luego de haber marcado una cesura clara en la historia de la
literatura, para empeñarse en proyectos delirantes y aventureros que terminarán
con su vida a los treinta y siete años. De los contemporáneos seguramente
recordarás a Salinger o a Juan Rulfo
entre los nuestros.
Los casos notorios de estos últimos meses tienen
todos un eje en común, los tres son escritores que han llegado a una edad muy
avanzada y que han dejado ya una obra sólida; sin embargo la decisión de
abandonar la escritura ha causado cierta conmoción en la esfera de la
literatura acostumbrados a que los creadores no suelen tener fecha de
vencimiento. El más reciente es el de Philip Roth, el ya mítico escritor de
Nueva Jersey que ha decidido a los 79 años ponerle punto final a su carrera.
Desencantado del mundo, que según el autor de “La mancha humana”, necesita
cada vez menos de los libros y de la lectura de ficción, creyendo que ha
dado ya lo mejor de sí, Roth enuncia en forma directa y clara que su labor ha
terminado: “No quiero leer ni escribir
más. No quiero ni hablar. He dedicado mi vida a la novela. Estudié, me enseñó,
escribí y leí. ¡Basta ya! He perdido el fanatismo que he experimentado durante
toda mi vida por la escritura. Estoy cansado de todo esto. No siento ya ninguna
tristeza”.
Finalmente el húngaro Imre Kertész, premio
Nobel de literatura, y sobreviviente de los campos de exterminio de Auschwitz y
Buchenwald, clausuró su ciclo literario. Kertész de 83 años ha sido uno de los
grandes narradores del exterminio nazi. “Ya
no quisiera escribir. La obra que está tan relacionada con el Holocausto ha
concluido para mí”, dijo hace pocas semanas. El autor de “Sin destino”, ha
legado sus manuscritos a Alemania, lugar donde actualmente vive. Ironías del
destino que le dicen.
Excelente. No conocía la historia de Philip Roth. MB !!
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