VIAJEROS
Toda lectura de ficción puede ser vista también como un viaje. Un derrotero por el espacio y el tiempo. Por los lugares que soñamos, por los que no imaginamos, por el lejano ayer y el imposible futuro que nuestra acotada vida no puede abarcar.
La lectura es un viaje en el potro de la imaginación, también lo es la escritura. Ambas sin la imaginación son otra cosa, pero no literatura.
Hay escritores cuya imaginación tiene menos puntos de contacto aparente con la realidad cotidiana, como es el caso de los autores de Ciencia Ficción o bien aquellos que sitúan sus narraciones en mundos totalmente imaginarios que es lo que hace Tolkien, el consagrado autor de la saga "El señor de los anillos".
Cuando la imaginación anticipa lo que décadas después sucederá, la posteridad no tiene más que admirar no sólo el talento de un escritor, sino la capacidad casi de visionario para poder captar las futuras proyecciones de una época. Este es el caso emblemático de Julio Verne, escritor francés del siglo XIX. Verne es un caso sorprendente ya que sus novelas se sitúan en diferentes confines de la tierra, además anticipa por años el submarino en "Veinte mil leguas de viaje submarino", la llegada del hombre a la luna en " De la tierra a la luna"; y toda una serie de aventuras extrañas para la época. Lo curioso es que Verne se dice que jamás salió de su Francia natal.
Otro autor de prolífica imaginación y aventuras fue Emilio Salgari, el inolvidable escritor de "Sandokán", y tantas novelas donde el mar y Asia son los protagonistas. Sin embargo, Salgari llevó una vida de penurias económicas y totalmente sedentaria debido a su frágil estado de salud, por lo que viajó muy poco y casi siempre en el norte de Italia.
Al margen de estos dos casos excepcionales, los escritores tratan de viajar y documentarse sobre los lugares en los que van a situar sus relatos. Cervantes conocía al dedillo los sitios por donde se desplaza su Quijote. Hemingway, un incansable viajero, revela en "Por quién doblan las campanas" su saber sobre España que tanto le subyugaba y su conocimiento de la guerra, gracias a sus actuaciones en los dos conflictos bélicos mundiales.
Joseph Conrad, autor de "El corazón de las tinieblas" y de toda una saga de novelas marinas, es la antítesis de Salgari. Aventurero sin par, a los dieciséis años se fue de su Polonia natal a París, a esa edad se empleó como marino. A Conrad le interesaba el África negra, su experiencia en el Congo es reveladora, siempre embarcado y ocupando diversos puestos, hasta el de capitán. Finalmente el escritor de "Lord Jim" recala en Inglaterra en donde cambiará las aventuras por la pluma de escritor.
Los que se quedan y los que andan siempre, las dos especies de escritores han dado obras singulares, sobre todo porque detrás del viaje o de la inmovilidad está la imaginación que todo escritor tiene y que traslada a sus lectores.

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