ATARDECE EN TOMIS



El exilio es la muerte, se dice todos los días el anciano que camina junto al mar en la tímida primavera de Tomis. Camina y el viento le revuelve la túnica y la exigua cabellera. Algunos funcionarios romanos lo saludan con respeto; los getas, los sármatas, habitantes de esta región, lo ignoran, salvo un puñado de ilustrados, rara avis en este lugar tan salvaje.

El Ponto Euxino es un mar inclemente y crispado, las costas escarpadas y violentas, el sol apenas calienta y el verano es un suspiro. El invierno es eterno. ¡Qué lejos, Roma! ¡Qué lejos su casa, su esposa, sus hijos! Seguramente la primavera estallará en los árboles junto al Tíber, en sus posesiones en las afueras de la ciudad.

Sólo dos cosas lo mantienen vivo en este sitio hostil y bárbaro, la escritura, me salen versos como si hablara y la esperanza de que Augusto levante su castigo y pueda regresar a Roma. Como Ulises, ese otro exiliado, tiene la ilusión de volver a su Ítaca, como Ulises, los años se acumulan y no hay señales propicias; por eso escribe: Aquí, aunque aturdido por el estruendo de las armas que en torno mío resuenan, endulzo con la poesía mi triste situación; y aunque no haya un solo oído dispuesto a escucharme, abrevio y engaño con ella las horas eternas del día. Si vivo aún, y conllevo la dureza de mis trabajos, y no he llegado a aborrecer mi penosa existencia, es, Musa, gracias a ti, que me consuelas, que calmas mis inquietudes y alivias mis dolores.

El anciano, camina hacia su casa y recuerda a otro exiliado ilustre, Pitágoras, que aconsejaba no mirar hacia atrás al salir de la tierra natal, pues las Erinnias, estas diosas lo convertirían en piedra.No he podido, soy como una estatua de piedra o de sal que mira fijo en dirección a Roma, por eso escribo epístolas a mis amigos, con la esperanza de que ellos las lean y comenten, que sepan que el áureo autor de la Metamorfosis, el poeta aclamado por Roma, aún respira.

No ha tenido la dignidad de Sócrates que puesto a elegir entre el exilio o la muerte, eligió a esta última; no tuvo opción, ¿pero es una opción? El exilio es la muerte repite mientras el sol apenas se vislumbra en las calles sórdidas de Tomis.

El anciano no sabe que siglos después, un hombre que habla la lengua del Imperio dirá desterrado de Florencia, que ser exiliado es un honor, claro que Dante nunca salió de la península itálica. Otro escritor, Víctor Hugo, dirá, ya cercano a nosotros, que el exilio es la vida, en su doble acepción de libertad para trabajar y de salvar su propia existencia.

Nada de eso sabe Ovidio, en la soledad de su casa, escribe pero la mayoría de las veces arroja sus escritos al fuego. Entretiene el tiempo, consuela sus achaques. Anochece en Temis. Ovidio sueña todas las noches con Roma, una ciudad que ya no volverá a ver.

Estatua de Ovidio en Tomis

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