LITERATURA Y EXILIO

Los dos son casi tan viejos como la humanidad misma y como no podía ser de otra manera están relacionados a lo largo de la historia. Muchas veces es la literatura (quién lo diría, con lo inofensiva que parece) la que provoca el exilio, en otros es el exilio el que genera literatura, ambos casos se dan en el poeta latino Ovidio, quien en la columna anterior abrió esta serie.

Antes de continuar vayamos a la intimidad de la palabra, a su intra historia para auscultar algunos de sus secretos. La palabra exilio es un cultismo derivado del latín exsilium, a su vez esta palabra está compuesta por el prefijo ex, que significa más allá”, fuera y el sustantivo solum, asociado a la tierra, la región, el país, el solar, la casa, los antepasados. El equivalente castizo de exilio es des-tierro y sus derivados. En ambos casos siempre está un componente de poder que, en cierta manera, determina la salida e impide nuevamente el ingreso, es decir que el exilio se liga indefectiblemente a lo político.

El propósito de esta serie de columnas es recorrer algunas obras literarias que abordan el tema del exilio.

El primer ejemplo ilustre y a su vez extremo está en la Biblia, Adán y Eva son los primeros exiliados por no acatar las órdenes del poder dominante. Son el primer modelo de una serie que llega a nuestros días. Y el Señor lo sacó del jardín del Edén, para que labrase la tierra de donde fue tomado [...] Dios puso al oriente del jardín del Edén querubines y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino al árbol de la vida. Caín es otro de los exiliados al que Dios le niega la muerte para que su condena sea aún más terrible. En ambos casos el exilio es la resultante de un castigo.

La misma función cumple en el primer cantar de gesta conservado de la literatura española, El poema de Mío Cid. Ruy Díaz de Vivar ha caído en desgracia ante el rey, debe abandonar su tierra con premura; el poeta para hacer más dramático este momento nos describe primero al Cid y después lo que éste ve. De sus ojos tan fuertemente llorando,/ giraba la cabeza y los estaba mirando./ Vio puertas abiertas y puertas sin candados/ perchas vacías sin pieles y sin mantos/ y sin halcones y sin azores... A pesar de ser una obra medieval tiene rasgos muy contemporáneos que ilustran el dolor del exiliado al dejar su casa y sus posesiones, el guerrero llora sin tapujos mientras el caballo comienza su marcha hacia lo desconocido. Con la visión empañada por las lágrimas distingue su casa vacía, de puertas abiertas, ya que nada guarda. El exiliado, como su casa, va vacío, deberá construirse una nueva identidad para poder sobrevivir.

El cubano Guillermo Cabrera Infante, autor de Tres tristes tigres, recordaba que al dejar su casa en La Habana una de las imágenes persistentes al verla ya vacía, era aquélla del Cid llorando.

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