CAMPO vs CIUDAD

Estos días agitados de la política argentina, días que dividieron al país en dos y que dejaron indiferentes a muy pocos, no son una situación inédita; por el contrario, son episodios recurrentes en nuestra historia, a la manera de persistentes oleajes. Las viejas dicotomías terminan por emerger como raídos fantasmas y así tenemos a unitarios y federales, Buenos Aires y las provincias, peronismo y antiperonismo, campo versus ciudad, oligarquía y clases populares,...la enumeración podría continuar.
Dos elementos repetidos y demagógicos se dan como constantes en estas luchas: el uso del lenguaje y el de los símbolos. En este último enfrentamiento nuevamente afloró cierto lenguaje “patriotero”, cargado de hipérboles y de por sí ya gastado y vacío de contenido, y cuyo único efecto es el de arrancar algunos aplausos efímeros en la multitud. Acompañando a ese lenguaje está el intento de ambos sectores de apropiarse de los símbolos. Así vimos como dirigentes y simpatizantes se envolvían en banderas argentinas reclamando la argentinidad para cada grupo en una actitud excluyente; o coreaban ¡Argentina! y cantaban el himno en un intento de apoderarse de los símbolos y reivindicarlos como propios. Detrás de estas actitudes sectarias está el mensaje de "si no compartís mi postura estos símbolos no te pertenecen, por lo tanto no sos argentino".
Pero dejemos el análisis político o sociológico para los que saben y vayamos al territorio de las letras para examinar una de estas oposiciones. En los orígenes mismos de nuestra literatura ya está la natural división campo-ciudad como temática. Y esa división adquirirá claras connotaciones políticas (aunque toda literatura lo es) bajo el enunciado sarmientino de “Civilización y barbarie”.
Le corresponde a Bartolomé Hidalgo, con sus “Cielitos” y los “Diálogos patrióticos”, el honor de ser el creador del género centrado en un personaje singular de la campaña argentina y uruguaya, el gaucho. La gauchesca es el intento de transmitir los usos y costumbres del campo rioplatense. Si en sus comienzos el género celebró la independencia y fue vehículo de consolidación del poder, lentamente se irá despegando hasta tornarse crítico. A Hidalgo le seguirán otros nombres ilustres como Hilario Ascasubi, cuyos personajes ya tendrán un marcado tono cuestionador e irónico para con los gobernantes de turno.
Todo esto terminará en la obra cumbre de la gauchesca, el “Martín Fierro”. El poema de Hernández establece una clara partición entre el campo, el gaucho y la ciudad como el lugar desde donde provienen los males que los afectan. Hay una crítica muy fuerte contra el poder central y su política que influye seriamente en las condiciones de vida de la gente de la campaña. En la primera parte del poema, escrito en 1872 y conocido popularmente como “la ida”, el protagonista toma una decisión extrema, deja el campo y se va a vivir con los indios. Las consecuencias de esta decisión fueron enormes y a Hernández le llovieron críticas desde los más variados sectores. Siete años después el gaucho rebelde vuelve a la campaña; pero ya tiene un tono más conciliador, una de las razones es una política diferente con respecto al campo por parte del gobierno de Avellaneda.

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