PERIODISMO

Hay una frase de ese periodista y literato extraordinario llamado Ryszard Kapuscinski que siempre me ha seducido por funcionar como el ideal del oficio y dice más o menos así: “Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”.

Sé que tendrás mil objeciones a esas frases, me dirás que has conocido a cada periodista destacada/o que a los cinco minutos te daban ganas de huir ante tamaña decepción de su persona. Es cierto, te lo concedo y también te concedo que la concepción del periodista de Kapuscinski es una entelequia que no siempre se verifica en las terrenales redacciones, estudios radiales y televisivos. Lo sé, pero me gusta, porque suena utópica, y la persecución de la utopía nos permite ir un poco más allá de nuestros límites, es un motor que busca en el horizonte la posibilidad de ser mejores. También porque en esa idea de periodista del escritor polaco subyace toda una concepción del periodismo con la cual me identifico plenamente.

La idea de que el periodismo es una profesión que está al servicio de la gente y que debe tener cierta empatía con la gente, y cuya objetividad es un mito que tiene las alas más derretidas que el pobre Ícaro. También la deconstrucción del poder cualesquiera sean las formas que este asuma y la conciencia vigilante y atenta ante lustrosas verdades vendidas en grageas listas para ser digeridas.

Eso está muy bien, dirás, sin embargo en este mundo discepoleano y salvaje, en el que la información es un bien de intercambio sujeta a intereses de variado espectro y además administrada o producida por empresas que se mueven con la lógica del mercado, ¿qué papel juega el/la periodista en ese andamiaje y de qué manera puede hacer valer aquella concepción del periodismo expresada por Kapuscinski? Te lo concedo, es difícil y casi imposible.

Un pequeño vástago de ciprés en medio de la meseta es el comienzo de un bosque modesto; así una formación que exceda los límites impartidos en la academia periodística es esencial. No solo idiomas, sino la frecuentación de varias disciplinas que hacen a la formación, primeramente cultural y luego específica de su interés son más que fundamentales. NO se puede concebir alguien en el oficio que no sea un lector voraz. También el conocimiento de la gramática y la práctica de la escritura son centrales en el oficio. El/la periodista que no sea claro/a en sus expresiones está malgastando sus esfuerzos informativos y no contribuye al objetivo primordial de su tarea. El estilo periodístico es una generalidad que se actualiza en cada periodista, este deberá optar entre la anemia estilística o una escritura personal; hacia este último camino avanza, creo, el periodismo actual. En el fondo, y sobre todo en la prensa escrita, no hace nada más que volver a sus orígenes, al periodismo del siglo XIX.

También los medios electrónicos hoy proporcionan algunas maneras de construir ese periodismo, ya sea en publicaciones propias en blogs, en revistas, o bien en diarios en línea; todos ellos necesitan, ante la multiplicación de la información, un tratamiento singular y cercano al credo de Kapuscinski. Ese es el reto… sería bueno aceptarlo.

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