LA BELLEZA


Serie "Los colores de mi tierra" (Imágenes robadas a R.C.)
               Dos hechos estéticos me han impactado hace unos días y  me han hecho reflexionar sobre el tema de la belleza. Tema que ha obsesionado a la filosofía y al arte a lo largo de los tiempos. Ya los griegos debatían qué cosa era la belleza, y uno de los ideales de su cultura era el “kalós kai agazós”, expresión intraducible pero que podemos simplificar como “bello y bueno”. Platón en varios de sus diálogos definía a la belleza como armonía y proporción. La estética se ha ocupado de este concepto a lo largo de la historia y ha mostrado su relatividad. Quiero centrarme en una noción un tanto inasible y algo más perdurable de Belleza, aquella en la que hay ciertas secretas correspondencias que hace que el objeto o el conjunto provoque en los demás cierto placer, cierto gozo inteligible y también sensible.
               Pero esta concepción no se corresponde en la mayoría de los casos con la realidad,  y así consideramos que algo es bello o feo de acuerdo con determinados cánones impuestos que luego se tornan “naturales”. Dicho de otra manera, en determinados ámbitos lo que consideramos bello es el resultado de una imposición  de culturas o grupos hegemónicos. Así en lo corporal, el ideal de belleza es ser de tez blanca, cabello rubio y ojos verdes o azules. Es un ideal impuesto por los medios, especialmente, por el cine estadounidense. Otro tanto sucede con los paisajes,  y para que sean bellos deben responder al estereotipo de manual de turismo suizo: pinos, montañas, bosques, el lago, ah, y la casita en el medio.
               No me interesan esos moldes de belleza. Vuelvo a aquel concepto intenso y de gozo inteligible y sensible; vuelvo también a los dos hechos estéticos que originaron estas bagatelas.
               El primero surgió de la lectura de “Endecha”, un largo poema elegíaco de Gerardo Burton[1]. Una y dos veces como un bello puñal de hielo en las entrañas tuve que  interrumpir la lectura. La completé en el tercer intento. El poema muestra cómo el perpetuo dolor de la pérdida puede mutar, gracias a la belleza, en una experiencia de gozo, que sume a quien la atraviesa en un estado diferente, y opera en nosotros una transformación. Una muestra de que la belleza no tiene mucho que ver con lo lindo. El poema es inquietante, terrible, pero bello como una postal de un tigre de Bengala.
               El otro impacto vino dado por toda una serie imágenes tituladas “Los colores de mi tierra” publicadas en su blog (http://flacofla.blogspot.com) por Ricardo Cascio, un fotógrafo que en su lente tiene ya la belleza incorporada. El paisaje de esta Patagonia norte asombra, gracias a la magia del “flaco”, y muestra cómo esta meseta agreste puede contener infinita belleza. Su lente agrega colores nuevos, formas insólitas, montes secretos, su lente hace que al mirar el paisaje, miremos diferente, los veamos como si antes el paisaje hubiese sido un simple negativo. 
               El “flaco” y Gerardo me muestran que la belleza, la inasible, habita en cualquier parte y que simplemente basta el clic de una cámara o la cadencia de un verso para que explote en nuestro cuerpo.   



[1] En este poema, Burton habla de la muerte de su padre.

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