EL CASO PADILLA


Emulando cierta frase de una célebre novela de nuestro reciente y merecido premio Nobel de literatura, uno podría preguntar: “¿Cuándo se jodió el boom, Varguitas?”. Pero antes de contestar esta pregunta, necesitamos una aclaración. Usualmente se le llama “boom” a un hecho singular de la literatura latinoamericana: el conocimiento masivo de la obra de un grupo de narradores jóvenes, y otros no tanto, en gran parte de Europa y en Estados Unidos.

Los límites de principio y fin de esta etapa singular de la narrativa latinoamericana son muy difusos. Algunos pretenden situar el nacimiento del “boom” en 1962, cuando Mario Vargas Llosa , un joven peruano de apenas 24 años, ganó el premio Seix Barral con su novela “La ciudad y los perros”. Los integrantes del boom han sido numerosos; pero es evidente que hay una serie de figuras que han sido mucho más representativas, especialmente por la dimensión que tomaron sus escritos. Entre esa primera fila del boom, no podemos dejar de mencionar a Vargas Llosa, García Márquez, Carlos Fuentes y Julio Cortázar. 

Muchos buscaron los puntos en común de la mayoría de sus integrantes, y hubo uno en el que la coincidencia era importante: el apoyo a la Revolución Cubana, algunos desde las palabras, otros participando activamente en el proceso. Pero la cohesión un día se rompió y marcó un quiebre en la intelectualidad latinoamericana, el responsable de esa fisura que el tiempo en general no restañó, fue lo que se llamó “El caso Padilla”.

Heberto Padilla nació en Pinar del Río, Cuba, en 1932 y falleció en Estados Unidos en la primavera del 2000. Integró junto a otros intelectuales cubanos una verdadera pléyade de grandes escritores, como Virgilio Piñera, Lezama Lima, Severo Sarduy, Cabrera Infante; muchos de los cuales no volverían a la isla cuando sus diferencias con el gobierno de Castro se hicieron irreconciliables.  Padilla, poeta y periodista  fue corresponsal cubano en Moscú lo que le daba una jerarquía importante. De su experiencia del régimen soviético y del contacto con innumerables poetas rusos, Padilla escribe en 1968 su libro de poemas “Fuera del juego”, con el que ganó el premio Julián del Casal; sin embargo la Unión de Escritores acusó al libro de contrarrevolucionario.

A partir de ese hecho Padilla ya no tuvo paz y en ese tiempo que siguió comenzó a escribir la novela “En  mi jardín pastan los héroes” que ponía al desnudo las contradicciones del gobierno de Fidel.  El martes 20 de marzo de 1971 fue encarcelado, torturado y, obligado a rectificarse, a la manera de Galileo,  el 27 de marzo.  Este hecho indignó a Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Susan Sontag, Juan Goytisolo, Federico Fellini, Marguerite Duras, Alberto Moravia, Juan Rulfo y otros intelectuales más, entre ellos el embajador y escritor chileno Jorge Edwards que fue declarado “persona non grata” por el gobierno de Castro.

Heberto Padilla se exilió en 1980, y se ganó la vida como periodista y profesor universitario en diferentes países del mundo.  Con cierto dejo de tristeza repetía: “Yo me he convertido en un híbrido por exigencia de la vida. Yo no sé de dónde soy ya.”

De aquella experiencia dijo décadas  después: “Durante mucho tiempo, fue como vivir con un país al cuello. Yo me lo he ido quitando lentamente. Lo único que quiero ahora es que se acostumbren a que escribo, solo escribo”. 

Al final Padilla quería que se lo reconociera como escritor, como poeta; no como aquel que develó el desencanto de una revolución que traía la esperanza de un mundo mejor.

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