LINCHAR
Palabra de moda en la
actualidad, palabra que desnuda, que revela un síntoma de que algo anda mal en
nuestra sociedad; y cuando digo “algo” me refiero a un sin número de aspectos
que se han descosido del tejido social. No pretendo en esta columna adentrarme
en este análisis, sino ir hacia la vertiente lingüística y literaria de este
acto de hacer justicia por mano propia. El término “linchar” es relativamente
nuevo en nuestro idioma, al parecer la hipótesis más fiable es que proviene del
inglés “to lynch”, y refiere al apellido de un militar ( juez, según otras
fuentes) del estado de Virginia, quien con otros terratenientes constituyen un
tribunal de justicia apócrifo para castigar a delincuentes ya que la justicia
estadounidense recién se estaba consolidando luego de la independencia. En
general a los supuestos culpables se los ahorcaba, rara vez, salvo que al
delincuente se lo encontrara “in fraganti”, se lo mataba a golpes. En algún momento
la palabra pasó a nuestra lengua con el significado de “ejecutar sin proceso y
tumultuariamente a un sospechoso o a un reo”.
Si bien la palabra es
relativamente nueva en castellano, el acto que designa es tan viejo como la
humanidad. Es más, aún hoy en algunas culturas sigue estando vigente el
ajusticiamiento de personas por parte de una multitud. Quizá la obra más famosa
de la literatura en la que hay un linchamiento es “Fuente Ovejuna” , la pieza teatral de Lope de Vega. Escrita a
comienzos del siglo XVII, esta comedia (Lope las llama comedias y sus obras
conjugan lo cómico con el drama, hoy no las llamaríamos así.), ambientada en el
siglo XV, se basa en el hecho histórico que te cito, en 1476 “los de Fuente
Ovejuna, una noche del mes de abril, se apellidaron para dar la muerte a Hernán
Pérez de Guzmán, Comendador mayor de Calatrava, por los muchos agravios que
pretendían haberles hecho. Y entrando en su misma casa le mataron a pedradas, y
aunque sobre el caso fueron enviados jueces pesquisidores, que atormentaron a
muchos de ellos, así hombres como mujeres, no les pudieron sacar otra palabra
más que esta: ‘Fuente Ovejuna lo hizo”. Es decir que en tiempos de Lope era
común utilizar el refrán “Fuente Ovejuna lo hizo” para no identificar a nadie
en particular y atribuirlo a una voluntad colectiva.
Tanto en el hecho histórico
como en la obra de Lope quien muere en manos del pueblo no es cualquier
persona, es una de las máximas autoridades militares que tiene señorío sobre
Fuente Ovejuna, que hace y deshace. Y en este deshacer lo que hace Fernán Gómez
de Guzmán, tal es el nombre del comendador de la comedia lopesca, es perpetrar
una multitud de abusos, entre ellos la violación repetida de mujeres, la
humillación de los hombres y los castigos arbitrarios a quien se opone a sus
mandatos. Esta muerte es incómoda para el poder regio, porque el pueblo ha
hecho justicia por mano propia y contra alguien de la clase noble; por lo tanto
en una época de abusos de autoridad hay que evitar que el ejemplo cunda. Los
jueces reales que llegaron al pueblo “atormentaron” a hombres y mujeres, es
decir los torturaron para que digan la verdad pero no se pudo castigar a los
culpables porque todos los torturados respondían “Fuente Ovejuna lo hizo”. En
el desenlace de la comedia el Rey dice: “Pues no puede averiguarse/el suceso
por escrito,/ aunque fue grave el delito,/por fuerza ha de perdonarse.”
Dicho de otra manera, el Rey
perdona a regañadientes y deja en claro que fue un delito grave, que si otros
lo hacen serán castigados. Porque Fuente Ovejuna subvierte el orden y eso era
demasiado peligroso. Lope no cuestiona nunca el poder regio y aquí lo hace
parecer magnánimo con el pueblo justiciero a la fuerza.
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