ESA MUJER
Hablábamos en columnas anteriores sobre el
esplendor del idioma gallego durante la Edad Media; pero luego circunstancias
políticas y sociales fueron dejando lentamente su práctica escrituraria hasta
terminar siendo durante más de tres siglos, una lengua hablada por el pueblo,
pero con escasos o nulos testimonios escritos, al punto que hoy se habla de ese
tiempo como “siglos oscuros”. Descuida, no te apabullaré con las razones de
esta decadencia, mejor sigamos adelante.
Llegamos al siglo XIX, la revolución francesa
ha diseminado como polen las nuevas ideas, palabras como libertad o independencia
atronan en los salones y las plazas; aquí comienzan los movimientos
independentistas gallegos, el romanticismo se esparce por la península, trae
aires de color local, indaga en las tradiciones, en el folklore de los pueblos,
todo esto y más hace que haya un lento resurgimiento de la literatura en lengua
gallega.
La situación social y política gallega entre
mediados y finales del siglo XIX es
desoladora. Una sociedad rural con un profundo atraso económico y con un
campesinado pobrísimo y minifundista; la industria rudimentaria y artesanal, un
comercio pobre. El caciquismo es la práctica política habitual y la penosa
situación del pueblo se expresa, por ejemplo, en las impresionantes cifras de
la emigración, cerca del millón de personas. Es evidente que algo había que
hacer para salir de esa situación, de allí la lucha de algunas figuras
políticas gallegas por salir del atraso.
También es lucha política la de quienes intentan refundar una literatura
gallega después de siglos de silencio. Estos precursores como Xoán Manuel Pintos tienen en su obra la marca de la infancia de la lengua. Sus escrituras
tienen mucho de balbuceo, de trompicones, de construcción en falsa escuadra, de
intención larga y valiosa (qué duda cabe) pero de realización corta y humilde.
Es una literatura modesta en sus concreciones y grande en su gesto: resurgir de
las letras gallegas.
“Rexurdimento” es el concepto que enarbolan
quienes están empeñados en construir una literatura gallega que dé cuenta de
las tradiciones del pueblo, de su geografía y de su gente, de las ilusiones y
fracasos, de su historia, de sus miedos y alegrías. Pura intención y puro
gesto. Hasta que llega esa mujer y el
concepto se hace realidad y los balbuceos se tornan en palabras claras, los
trompicones en paso seguro y las formas adquieren una armonía y un acabamiento
del que ya no se podrá retornar. Rosalíade Castro (Santiago de Compostela 1837- Padrón 1885) está en todas las avenidas
que conducen a la literatura gallega actual. Esa mujer escinde la historia
literaria y traza un camino nuevo por el que la lengua y la literatura de
Galicia se abren a la modernidad.
Cuando se publica Cantares Gallegos, Rosalía se enfrenta a un idioma marcado
socialmente por el desprecio, “sen gramática nin regras”. Su laborar es estético, pero también político.
Hay una fuerte tendencia social al hacer emerger en sus versos al pueblo
gallego, ese que hemos descripto en párrafos anteriores en condiciones muy
precarias de vida, y a su paisaje: “Lugar
máis hermoso/ non houbo na terra/ que
aquel que eu miraba,/que aquel que me dera.//Lugar máis hermoso/no mundo
n'hachara/ que aquel de Galicia,/¡Galicia encantada!//Galicia frorida,/cal ela
ningunha,/de froles cuberta,/cuberta de espumas,// de espumas que o mare/con perlas gomita,/de
froles que nacen/ó pé das fontiñas”.
Ser
mujer en la época y escribir en gallego es una ecuación que no resultó muy
cómoda para su tiempo. Pero esa es historia para la semana que viene.
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