MUJERES Y ESCRITURA X

 

Cerramos hoy la serie de mujeres y escritura. Una serie sesgada y arbitraría, ¡qué duda cabe!; pero que ha intentado recorrer desde la antigüedad hasta el siglo XIX la escritura de algunas mujeres que lograron saltar el muro donde las confinaba el poder y el miedo masculino. Después de tanto andar hemos llegado a la Argentina, y es en nuestro territorio, ocupado por los españoles desde el siglo XVI en adelante, donde las voces femeninas tienen que esperar largos siglos para emerger. Desde lo literario se construyó una figura femenina fuerte, pero esa mujer era la tierra que había que conquistar por los varones españoles. No otra cosa dice don Luis de Miranda en el primer poema escrito en el Río de la Plata: “Conquista la más ingrata,/ a su señor/ desleal y sin temor,/ enemiga del marido,/ que manceba siempre ha sido/ que no alabo,/ cual los principios al cabo/ aquesto ha tenido cierto/ que seis maridos ha muerto/ la señora”.


Es el Romanticismo el que posibilita que algunas mujeres argentinas por prepotencia de trabajo, talento y osadía logren cierto reconocimiento a su escritura en el mundo de las letras, aunque son mayoría aquellas que el tiempo ha devorado. Pero las mujeres escritoras son reconocibles no tanto por sí mismas sino—como sostiene M.G. Mizraje—por “sus filiaciones con los hombres: hija de, hermana de, madre de, esposa de, amiga de, suelen ser los giros que encabezan las explicaciones para definirlas, porque el rol público de esos varones de su entorno permite, de algún modo, hace extensiva la privacidad a tales mujeres”.

Así tenemos a Juana Manuela Gorriti, Eduarda Mansilla, Juana Manso, Rosa Guerra, Josefina Pelliza, Eugenia Echenique, Agustina Andrade, Celestina Funes. Las cuatro primeras de la lista son sin dudas las más renombradas, sobre todo Juana Manuela Gorriti, admirada y comentada por Ricardo Palma y Eduarda Mansilla, elogiada por el mismísimo Víctor Hugo.


La vida de Juana M. Gorriti es en sí misma una novela, cosa que entendió muy bien, Martha Mercader al escribir “Juanamanuela mucha mujer”. Nacida en Salta, hija de una familia patricia, desde chica mostró un espíritu rebelde que encontraba su cauce en la afición por las letras. La situación política la llevó a exiliarse en Bolivia y luego al Perú, aunque este último por causa de su marido boliviano del que se separó en Lima. En la capital peruana abrió un salón literario al que concurrían los escritores más destacados de la ciudad. Estas tertulias fueron para Gorriti un verdadero bálsamo en su ajetreada vida: “Ando de aquí para allá, preparando las clases, las doy, escribo, coso, hago preparar los trabajos que han de leerse en las veladas literarias que cada miércoles se celebran en casa. Ellas son el único punto luminoso de mi sombría existencia.”

A partir de la década del cuarenta, Gorriti comienza a publicar en periódicos y revistas una obra que con el tiempo cobrará dimensiones enormes y cuya repercusión le otorgará fama en todo el continente. En todos sus escritos está como telón de fondo la realidad sudamericana. En especial recuerdo una novela sorprendente por la edad de la escritora (al parecer, 18 años) y por la modernidad narrativa que supuso para la época, se llama “La quena” y narra la tensión entre mestizos, esclavos y españoles en diferentes espacios, uno de ellos es Lima que aparece de esta manera: “Las doce de la noche acababan de sonar en el reloj de la catedral de Lima. Sus calles estaban lóbregas y desiertas como las avenidas de un cementerio; sus casas, tan llenas de luz y de vida en las primeras horas de la noche, tenían entonces un aspecto sombrío y siniestro; y la bella ciudad dormía sepultada en profundo silencio, interrumpido sólo a largos intervalos por los sonidos melancólicos de la vihuela de algún amante, o por el lejano murmullo del mar que la brisa de la noche traía mezclado con el perfume de los naranjos que forman embalsamados bosques al otro lado de las murallas.”

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