EDITORES



Todos los editores son 
geminianos. Tienen siempre dos caras ante los escritores. Por eso vas a escuchar hablar de la misma persona como si fuese un verdadero Rasputín de la corte libresca, o bien como 

el Ricardo Corazón de León de los aspirantes a la palma literaria. Seres bifrontes que tienen la ganzúa para abrir el paraíso impreso a los escritores. Hay editores de leyenda ya sea por su sensibilidad, su olfato literario, la construcción de un catálogo que resalta por su calidad y que hace que hasta los escritores consagrados quieran pertenecer a ese fondo editorial. En Argentina existen y existieron algunos notables como Daniel Divinsky, el editor y dueño de “Ediciones de la Flor” quien publicó a Walsh, Quino, Fontanarrosa y tantos más. Boris Spivacow es considerado quizás el más importante editor argentino. Creó prácticamente desde cero, Eudeba
, la editorial de la Universidad de Buenos Aires, que con el correr del tiempo y bajo su gestión se convirtió en una de las más importantes de Latinoamérica y del mundo. Desvinculado por razones políticas crea otro sello mítico, el Centro Editor de América Latina (CEAL) cuya historia de la literatura argentina, por ejemplo, sigue siendo varias décadas después una obra capital de la crítica literaria.
 


Carlos Barral fue una figura relevante en el panorama literario español, no sólo como poeta y escritor, sino, sobre todo, como editor de la empresa familiar “Seix-Barral”; en ella dio a conocer nada menos que a Juan Marsé, Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique, Guillermo Cabrera Infante y tantos más. Otro editor de leyenda es Jorge Herralde, el fundador de la exquisita editorial “Anagrama”, en cuyo catálogo aparecieron en lengua española Martin AmisIanMcEwan, Patricia HighsmithGuy Debord, John Kennedy Toole o Bret Easton Ellis; allí publicaron y publican los españoles Álvaro Pombo, Enrique Vila-Matas, Javier Marías, Luis Goytisolo,y los hispanoamericanos como Sergio Pitol, Roberto Bolaño o Alan Pauls. 

Esos que te nombré son una especie de figuras del Olimpo; pero se hace necesario bajar a la tierra y destacar, sobre todo en provincias, que hay pequeños editores que ponen mucha pasión y energía en lo que hacen y editan con muy pocos medios y casi en forma artesanal a muchos escritores que juzgan valiosos y quieren que el público conozca su obra a la par que van armando un catálogo serio y de calidad. En la región y sus cercanías mi memoria destaca a algunos emprendimientos vigentes y otros que ya no están, pero que su labor no pasó inadvertida, como por ejemplo la editorial “Limón”, “Ediciones con doble zeta”, “Cartonerita solar”, “Ediciones Vigilias”, “El camarote ediciones”, “13s tilos”(digital), “Vela al viento”, “Tela de rayón”, “Ediciones Caleuche”…  

(siete años después agregaría otras editoriales como “Cebolla de vidrio ediciones”, “Espacio Hudson”, Ediciones de La Grieta”, “4 de Copas”, “El Punto Táctil” y seguramente me olvido de varias).


Ahora miremos la otra cara de los mellizos. Algunos editores suelen estar demasiado interesados en el dinero y muchas veces o le pagan poco o evitan pagarles a los autores. Un amigo, publicó con tirada bastante limitada un libro sobre un poeta muy conocido en una editorial rosarina, hace ya muchos años; ante su requerimiento de reeditar el libro y modificarlo, la editorial se negó ya que—para sorpresa de mi amigo—los libros cual los panes y peces de Cristo se habían multiplicado y a él no le tocó ni miguitas ni espinas como consuelo. 


Hay casos peores como las ediciones piratas. Si lo sabrá Cervantes que ante el descomunal éxito de su Quijote, apenas vio los maravedíes de Juan de la Cuesta, su editor; pero el libro se editó por toda Europa y a él, ni la propina. Ante el éxito de muchas novelas del “boom latinoamericano”, era común en las décadas del sesenta y setenta, encontrar ediciones piratas de Vargas Llosa, CortázarOnetti, Rulfo, García Márquez y Fuentes. Pero la edición ilegal no se ha detenido, hace unos años en plena Bogotá se ofrecían ediciones piratas de “Cien años de Soledad” y en abril de 2013, en Córdoba, Vargas Llosa se negó a firmar una edición de su primera novela al detectar que era ilegal. 

  

Y hay más…aunque por hoy ya no. 

 

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