NOSTALGIA


En griego la palabra ‘regreso’ se dice “nostos” y “algos” significa ‘sufrimiento’. La nostalgia es el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar. Regresar dónde, te preguntarás. Regresar a cualquier territorio, real o imaginario que sabes perdido o difícil de recuperar. Seguramente muchas cosas te causan nostalgia, quizás un pueblo, una ciudad, un barrio, una casa que dejaste; quizás un olor, un sabor, un color, una música, unas voces asociados todos a una etapa de tu vida; quizás personas queridas; quizás el territorio del tiempo, ese país del nunca jamás que es la infancia, o bien la juventud, o bien… 

El origen de la nostalgia es una ausencia, un vacío empalagoso que se instala y ocupa la memoria; porque no hay nostalgia sin memoria, sin recuerdo. Y es posible que esa nostalgia tenga diferentes grados de sufrimiento de acuerdo con las características de la ausencia. Las hay traumáticas, como las del exiliado que no puede regresar a un lugar del que fue arrancado. Si tomamos el mito bíblico, Adán y Eva son los primeros seres nostálgicos después de la tentación. Es posible que la “Odisea” sea épica fundadora de la nostalgia en la literatura occidental. Ulises es el primer gran nostálgico literario. Diez años peleando en Troya y cuando emprende el regreso desesperado hacia su Ítaca natal, los dioses le juegan una mala pasada y lo hacen vivir un torrente de aventuras durante tres años; y (a la manera de los vendedores ambulantes), por si esto fuera poco la ninfa Calipso lo tuvo como rehén y amante durante siete años. Ulises sabe que la ninfa es incomparablemente más bella que Penélope y que él lleva una vida soñada por todos los mortales en la isla; sin embargo en un atardecer propicio a la nostalgia el héroe le confiesa a Calipso “yo quiero, y es ansia de todos mis días, el llegar a mi casa y gozar de la luz del regreso”. 


En el exilio la nostalgia funciona en la mayoría de los creadores como un freno, un chaleco inmovilizador que cuesta años poder desprendérselo (cuando eso ocurre). Así recuerdo haber leído testimonios como los de Daniel Moyano, el gran narrador riojano, que llegado a España y durante muchos años apenas podía escribir algunas palabras; algo similar le ocurrió al narrador jujeño Héctor Tizón,  también a Ovidio y tantos más. En cambio en otros escritores la nostalgia por el  lugar perdido actuó como incentivo para la creación, pienso en Guillermo Cabrera Infante, el autor de “
Tres tristes tigres”
. Muchos escritores se alejaron de su terruño por decisión propia y esa lejanía y la nostalgia que sienten, ya no del regreso, sino de determinadas situaciones vividas, hace que escriban sobre ese mundo que dejaron, así Paul Bowles, el autor de “El cielo protector”, y  Juan Goytisolo, el novelista español, ambos en Marruecos; o Vargas Llosa en Madrid o Londres. 

En un diccionario de sicología consultado encontré estas dos acepciones que complementan la significación etimológica dada en el comienzo: “1. Anhelo de regresar a un período o condición anterior de la vida que se recuerda como algo mejor en algún sentido que el presente. 2. Anhelo de regresar a un lugar con el que uno se siente vinculado emocionalmente (p.ej. la casa o la tierra natal)”. Y ese anhelo se expresa en los artistas por medio de sus materiales. Aquí la nostalgia es asaz productiva, como ejemplo te vendrán a la memoria muchos escritores, músicos, pintores; inevitablemente el primero que aparece sin parar mientes es Marcel Proust y su monumental “En busca del tiempo perdido”. Detener el tiempo, revivir el pasado, es uno de los grandes propósitos de la escritura proustiana.  

Conjuro para la ausencia suele ser la escritura, esta columna nació de un hecho nimio: el parecido de una muchacha por la calle con otra asfixiada por el tiempo. Qué conjuros tendrás vos lector, lectora para viajar al territorio perdido de la nostalgia. 


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