CATEDRALES

Hay escritores cuya obra puede ser celebrada, denostada o ignorada. Hay escritores como Kafka que medida su obra en términos arquitectónicos no puede ser otra cosa sino un edificio absurdo y laberíntico. Hay escritores de una única y personalísima construcción como Musil y su "Hombre sin atributos" o Rulfo y "Pedro Páramo". Pero hay escritores cuya obra por su vastedad se vuelve un monumento, esto sucede con Balzac y su "Comedia Humana", una imponente catedral edificada en la gran ciudad de la literatura.
Es cierto, pocos muy pocos leen hoy a Balzac, o en general a los novelistas del siglo XIX; la cinemática de nuestro tiempo se lleva muy mal con esos libros de 400 páginas en los que la vida fluye ignorando la velocidad.
Pero Balzac ha tenido menos suerte con la posteridad que algunos de sus ilustres colegas. No es un estilista a lo Flaubert, ni tiene la fina delicadeza de adentrarse y descubrir pliegues insospechados del alma humana como Stendhal.
Lo de Balzac es más común, más convencional, más tosco si se quiere; pero es el arquitecto de "La Comedia Humana".
Honoré Balzac nació en 1799 y falleció en 1850; en su corta vida se las ingenió para escribir, vivir aventuras burdelescas y realizar negocios inverosímiles.
Hay un dato sin el cual Balzac no sería Balzac: siempre gastó mucho más de lo que ganó. Toda su vida fue una carrera incesante para conseguir dinero y saldar sus deudas. Muchos críticos se interrogan si hubiese escrito lo que escribió sin los problemas económicos.
Las deudas provenían de su ritmo de vida frenético, dado a los lujos y placeres de todo tipo. El otro gran problema de Balzac fueron los negocios; jamás ganó nada con ellos y le ocasionaron varios quebrantos: Como ejemplo está la famosa ¡plantación de bananos en Francia!.
Así agobiado por deudas se comprometía a entregar novelas constantemente, en un ritmo de trabajo infernal. Escribía de noche, enfundado en un largo camisón, bebía litros de café y dormía por las mañanas. En algunos casos la jornada de escritura llegaba hasta catorce horas, aún así se daba tiempo para el amor, los negocios, las discusiones con los editores, las correcciones en la imprenta, etc.
Dueño de una fortaleza física y vital y de una capacidad de trabajo descomunal, Balzac construyó en casi veinte años toda esa catedral narrativa en la que se propuso "novelar la sociedad de su tiempo desde diferentes perspectivas", ni más ni menos.
Hay novelas memorables dentro de ese conjunto, entre ellas "Papá Goriot", "Eugenia Grandet", "César Birotteau" y tantas más. En todas ellas la virtud suele salir derrotada y los ganadores no son personas edificantes. Por esto acusaron a sus novelas de inmorales, Balzac se defendía diciendo que era simplemente lo que pasaba en la sociedad.
Más de noventa títulos, cerca de dos mil personajes que aparecen en diferentes novelas y que van entretejiendo esta obra monumental que como las grandes catedrales, quedó inconclusa por la muerte prematura de su creador. Como las grandes catedrales, sigue suscitando esa rara mezcla de admiración y misterio.


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