MICÒL

“Con una mujer sólo se puede hacer tres cosas: amarla, odiarla o hacer literatura”, dijo Lawrence Durrell, en “El cuarteto de Alejandría”. Lo que no dijo es que hacer literatura es el paso siguiente al amor o al odio.

En este caso es el amor de una mujer, su recuerdo preciso de una época y de un lugar los que sirven de entramado para una de las novelas italianas más notables de la centuria pasada: “El jardín de los Finzi-Contini”. Micòl es el personaje omnipresente junto al narrador en toda la novela.

La inminencia del amor a punto de revelarse y el temor a no ser correspondido terminan generando una imposibilidad que las circunstancias históricas, (el arresto y la deportación de la chica y su familia a Alemania durante la Segunda Guerra) hacen definitiva; y perennes en la memoria y en los sentimientos del narrador. Comprobamos una vez más que las historias de amor son eternas cuando vislumbramos que son imposibles. La utopía es la que le confiere el carácter intemporal al amor.

Pero no nos vayamos por las ramas y volvamos a Micòl. Ese amor imposible es el que el narrador evoca en la novela, varias décadas después, ese amor es el que nos contagia a los lectores por un personaje inolvidable y único. Porque la literatura si tiene algo de magia es que el mundo de los libros pasa a formar parte de nuestro mundo y sus historias son las nuestras y a veces nos cuesta separar qué es lo leído y qué lo vivido.

La literatura tiene mujeres inolvidables, mujeres a las que uno no dudaría un momento en hacerles o decirles aquellas cosas que jamás nos atrevimos con una de carne y hueso, a ser valientes, galantes, hermosos, simpáticos, fuertes, débiles, sensibles, rudos, feos, inteligentes o alegres. Micòl es una de ellas. Y hacia ella fui.

Ferrara es hoy una tranquila ciudad a mitad de camino entre la industrialización característica del norte italiano y un pasado agrícola que no se resigna a abandonar. Una ciudad mediana, casi inadvertida entre la opulencia de la cercana Venecia y un pasado que no ha dejado huellas históricas fuertes dignas del turismo.

Pero Ferrara tiene su novelista y gracias a él conocemos mucho del pasado y de la geografía de esta ciudad, gracias a él conocí a Micòl; se llamaba Giorgio Bassani.

La vía Montebello desemboca en el cementerio judío, cuesta trabajo encontrar el solemne panteón de los Finzi-Contini un tanto derruido; después por la calle Corso Ercole se llega a lo que fue una imponente mansión, hoy ocupada por varias familias que miran con recelo a los visitantes; de aquel jardín majestuoso y ahora mítico, de las canchas de tenis donde Micòl y sus amigos, entre ellos el narrador Bassani, compartían tardes enteras absortos del mundo, nada queda.

Mientras me alejo de Ferrara como un arqueólogo un tanto decepcionado por los hallazgos, siento que vine buscando un fantasma que vive en mi memoria, y que por esta vez la vida es una mala copia de la literatura.
Escena de la película "El jardin..." dirigida por Vittorio de Sica y protagonizada por (Micol)Dominique Sanda;(Giorgio)Lino Capolicchio y Fabio Testi entre otros.

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