LA BARRA Y EL MUNDIAL

(corresponde al partido Argentina-Costa de Marfil)
Hay clima de partido, está frío y anda mucha gente en la calle y los colores celeste y blanco abundan en las vidrieras y en los jóvenes. Con la barra quedamos en juntarnos para verlo.

Comí livianito y me fui temprano al bar de siempre, el del “gallego” Vicente. El “chino” Zapata ya estaba jugando el interminable partido de pool, envuelto en una bufanda argentina, con el “gallego”. Me busqué una mesa frente al televisor, pedí un café y el “bayo”Rodríguez, el mozo, apareció enfundado en una camiseta argentina con las líneas verticales deformadas a la altura del abdomen. “Para este cotejo, se amerita huevo” soltó su frase proverbial el “bayo” mientras me dejaba el café. Debe ser el único mozo que conozco que podría ir sin problemas a algún sillón de la Academia Argentina de Letras. Su estilo es un tanto rebuscado pero muy singular.

“Giles, eso son, que vayan al corso, viejo—entró refunfuñando el “pibe” García y continuó mientras se sentaba--¿te parece que ahora para ser hincha argentino hay que vestirse de payaso, qué es eso de gorros, pinturas?; mirá si en mis tiempos iba a la ‘Bombonera’ vestido y pintado así, me corrían por toda la tribuna, viejo”. Calmé al “pibe” que de reojo le vio la bufanda al “chino” y sacudió la cabeza. “Ganamos viejo, ganamos”, me aseguró el “pibe” en el momento que el “lechuzo” Díaz llegaba al café mordiendo un escarbadientes. “Yo me juego un truco, porque hoy los negros nos pasan por encima”, aseveró el “lechuzo” pero no encontró contrincante y se sentó con nosotros.

El televisor mostraba imágenes de estadios de ciencia ficción y atronaba con la verborragia insoportable de los periodistas deportivos. El “chino” y el “gallego” suspendieron su eterno partido y se sentaron. La discusión mediada ahora por cerveza y maníes se centró en quién tenía que jugar. “Messi y Tévez son dos pura sangre, viejo, y vos no podés tener dos pura sangre en el box mientras corrés con matungos”, resumió el “pibe” García al tiempo que sacaba la radio (una Spika) del bolsillo. “Riquelme es más lento que tortuga en huelga, hay que poner a Aimar”, sentenció el “chino”. Y la discusión creció hasta la llegada del “narigón” Rojas.

El “narigón” era el único que había jugado y “en serio” al fútbol. Lo vi cuando el tiempo le había gambeteado la juventud y las ilusiones y del gran jugador sólo quedaban destellos. Alguna vez me dijo “me manqué, pibe, tibia y peroné una semana antes de irme a Ríver, y antes cuando te mancabas, sonabas. Cinco centímetros me quedó la derecha más corta”. Después vino el peregrinaje por clubes de pueblo, por la pensión y la comida y algunos mangos extras. Después menguaron los mangos, luego la comida...y volvió al viejo club.

Mientras pateábamos, tomábamos, nos abrazábamos con los goles y sufríamos al final; el “narigón” Rojas mira desde unos ojos sombreados por la tristeza el partido y seguramente piensa que el destino es un cabrón que finge ser tu compañero para meterte, cuando menos lo esperás, un gol en contra.

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