LITERATURA DE CORDEL


“Papá, ¿puedo jugar con este papel?, dale, mirá, está viejo, ya no sirve” y continúa con su avalancha de palabras para convencerme que le dé esa hoja que ella juzga ya en desuso por su estado. Claro, ella no sabe qué es una edición facsimilar (aquella que reproduce fielmente un texto, imágenes, etc.) pero le digo que parece vieja porque es una “fotocopia” de un texto antiguo.

Mi hija que no concibe la cotidianeidad sin la televisión o la computadora como entretenimiento, ignora que esas hojas “viejas” que contienen versos y pequeños cuentos en prosa fueron la entretención de miles de hombres, mujeres y niños durante siglos. Ignora que la literatura también fue espectáculo callejero, juego; y ante su pedido de usar esas páginas para jugar—aunque en otro sentido—las estaba devolviendo al origen.

Esas pequeñas hojas, dobladas en dos o en cuatro para formar cuatro y ocho páginas pertenecen a un producto editorial denominado literatura de cordel. “Esa hoja vieja”, como la calificó Irina es ni más ni menos que la reproducción del primer pliego suelto conservado: “Regimiento de príncipes” de Gómez Manrique publicado en Zamora en 1482. Entre los siglos XVI y XIX estos pliegos aumentan considerablemente las tiradas de imprenta a medida que se incrementa la población lectora.

La literatura de cordel recibe el nombre de la forma en que se exhibían los pliegos, ya que generalmente quien los vendía, los colgaba entre dos ramas de un árbol en las plazas o entre dos clavos en alguna fachada o pórtico o, en alguna esquina populosa de las ciudades o pequeños poblados.

Estas hojas trataban los temas más diversos, asuntos religiosos, históricos, de bandidos legendarios, historias domésticas, amorosas, satíricas. La actualidad estaba presente en estas páginas, sobre todo aquellos hechos que tenían cierta truculencia y que garantizaban buena aceptación por parte del público como crímenes resonantes, historias de aparecidos o escándalos sentimentales.

Y estos temas populares estaban relacionados con el tipo de público al que estaban dirigidos, un público humilde, que en muchos casos con trabajo y esfuerzo descifraban la letra romana luego de incontables recorridos. Generalmente estas láminas tenían grabados que ilustraban parte del texto y que facilitaban la comprensión, esto los tornaba ideales para ser utilizados como hoja de lectura para los niños.

Así la literatura de cordel se revela como la corriente escrita popular que circulaba paralela a la literatura culta y que generalmente estaba escrita por autores de los que apenas tenemos algunos nombres, como Brizuela, Bravo, Reinosa.

Es tradicional adjudicar a un ciego la venta de los pliegos; pero el ciego también brindaba su espectáculo de recitado o narración y dejaba así en los oyentes el deseo de proseguir o consumir nuevas historias que posteriormente vendía a los presentes. Con el tiempo esta figura se va perdiendo y es reemplazada por personas que se limitan simplemente a vender.

La literatura de cordel pasó a América y circuló hasta bien entrado el siglo XIX. La modernización extinguió este producto popular que conservó versos e historias en la calle, a la intemperie, por siglos, para goce de los lectores.

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