CÓDIGOS II


En la columna anterior decíamos a grandes rasgos que un código es un conjunto de leyes que regulan y sistematizan un determinado ámbito del saber y también del hacer. Los soportes tecnológicos traen consigo la utilización, en muchos casos, de nuevos códigos comunicacionales.

Al aparecer estos, se los ve como inevitables pero no siempre como positivos. En general sentimos la amenaza de lo nuevo sobre lo establecido y genera en muchos de nosotros una actitud de resistencia. Esto ha sido así a lo largo de la historia y puede ser tomado casi como “natural”.

La aparición de la fotografía llevó a muchos a decretar la muerte de la pintura, para otros el cine clausuraría el teatro, y más acá en el tiempo, la televisión “mataría” al cine o internet al libro. Sin embargo la realidad nos muestra que se sigue pintando, se sigue haciendo cine, se siguen editando libros. Es que estos nuevos “lenguajes” no reemplazan a los otros, sino que se suman al universo de códigos y enriquecen la experiencia. Los más antiguos generalmente sufren un proceso de reacomodamiento pero siguen plenos y vitales.

La actitud con la que enfrentamos o asumimos las nuevas tecnologías ha sido tratada en un libro ya clásico, “Apocalípticos e integrados”, por Umberto Eco. El título refleja los dos caminos que tomamos para tratar la irrupción de estos nuevos códigos.

Así, después de este largo circunloquio, volvemos al tema del código escrito y los subcódigos que los soportes tecnológicos como el mensaje de texto o el chat utilizan. Y otra vez la misma dicotomía: o los consideramos una amenaza al código escrito y causa de la deficiente escritura de los/as jóvenes; o bien son “lenguajes” acotados y específicos que responden a la necesidad de comunicación y velocidad propias de estos soportes.

Desde ya me inclino por la segunda posición, y estimo que una tarea de la escuela es enseñar a los/as chicos/as a no confundir el uso del código general de la escritura con los subcódigos generados por la tecnología.

Tener una adecuada competencia de la escritura supone poder adaptarse y –con un poco de ejercicio—comprender el lenguaje particular del mensaje de texto o del chat. Sin embargo el camino inverso no es posible. Muchos/as usuarios/as muestran su pericia en el dominio de estos códigos un tanto más libres, pero cuando hay que utilizar el código escrito escamotean su uso y lo delegan. Otros más osados, aunque los menos, usan las herramientas que dominan en ese territorio no tan libre de la escritura convencional y el resultado es decepcionante.

Y no puede ser de otra manera, la característica más saliente de estos mensajes es la velocidad, para ello se buscan todos los atajos que conduzcan a la brevedad: breves son las palabras, breve es el mensaje.

La complejidad de nuestra experiencia, una experiencia vital que trasciende al uso de un teléfono celular o una computadora, puede ser abordada desde la complejidad de la escritura, un código que lejos de la celeridad exige sosiego y reflexión.

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