JARDINES


Un jardín es una especie de radiografía de sus hacedores. Vemos ahí las preferencias, las manías clasificatorias o las anarquías de quienes lo cultivan y lo cuidan. La disposición espacial de las plantas, las especies elegidas, el desarreglo y el cuidado con que sus responsables lo tratan. Eso, un jardín dice mucho de sus jardineros.

Un jardín es verdaderamente un microcosmos, un lugar diseñado para el placer, una manera de concebir la belleza. Están los jardines públicos, cuya lindura es impersonal; en cambio los de nuestras casas llevan, como hemos dicho, nuestras marcas. Habría que hacer una división porque no son los mismos nunca, hablo del jardín que da a la calle, el “público” y el más íntimo, el oculto a la mirada de los extraños, el del fondo. Para éste solemos reservar nuestras plantas y flores preferidas.

En ese oasis de trastienda pasamos gratos momentos de lectura, bajo la sombra de dos cerezos he disfrutado del mundo intemporal de los libros. También entre el perfume de las rosas o de los alhelíes he buscado una idea, una frase, una guía para poder encauzar un texto que había perdido el rumbo. Ese jardín también es el refugio de las crisis, el lugar que logra armar el rompecabezas cuando el mundo ya no tiene sentido. También es el rincón de los juegos con dos hadas traviesas que me convierten en gnomo.

Para muchos escritores el jardín propio ha sido el lugar de inspiración y de solaz, hay una anécdota sobre el escritor español Pío Baroja que una vez sentado en su jardín un vecino lo saludó y le dijo si estaba descansando, Baroja respondió que no, que estaba trabajando; tiempo después don Pío se hallaba en plena tarea de jardinero y el mismo vecino le aseguró: “veo que está trabajando”, y el escritor lo contradijo: “no, estoy descansando”.

Si dejamos las anécdotas y nos vamos a la historia, el jardín concebido casi como una obra de arte viene de Oriente. Una de las siete maravillas del mundo antiguo fueron los jardines colgantes de Babilonia regados por canales del río Éufrates (es hoy la región sur de Irak, lugar que poco tiene que ver con los jardines y mucho con el infierno). El mundo árabe tiene una larga tradición en la jardinería, fueron ellos los que importaron estos edenes artificiales a España y todavía es posible observar su diseño y magnificencia en la Alhambra granadina.

El jardín es un espacio prolífico en la literatura. Una síntesis de escritura y jardín la tenemos en esta frase de “El jardín de los senderos que se bifurcan” de Borges: "Ts'ui Pên diría una vez: Me retiro a escribir un libro. Y otra: Me retiro a construir un laberinto. Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que eran un solo objeto".

En la Biblia, el jardín ocupa un lugar central, es el espacio en el que se desencadenará un drama que aún continúa: la expulsión de los hombres del paraíso. Con menos relevancia argumental, quizás, también hay jardines en el Corán.

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