RELATOS Y JARDINES



Hay libros que inspiran jardines y hay jardines que inspiran libros. El ámbito del jardín se lleva de maravillas con la literatura. Quizás tengan en común los dos que son obra del capricho de sus autores; detrás de cada obra literaria o de cada jardín están también, indefectiblemente, las obsesiones, las manías, las taras de quien los construyó.

La literatura inmortaliza jardines, prueba de ello son muchos de los cuentos de ese texto multiforme y cifra de una civilización, como es “Las mil y una noches”; o quién no oyó hablar del “jardín de las hespérides”, aquel lugar mitológico de donde Heracles se llevó las manzanas de oro.

Pero volvamos al presente. Un jardín suele ser el refugio verde, el lugar de la calma y el reencuentro con la naturaleza; un espacio que lentamente en las ciudades, con su afán expansionista y vertical, se va reduciendo a entidades microscópicas.

El jardín como refugio, como territorio cerrado y autosuficiente, impermeable a los vendavales de la realidad aparece en una bellísima novela de Giorgio Bassani titulada “El jardín de los Finzi-Contini”. En ese sitio los Finzi-Contini pretenden negar la guerra, y las deportaciones, amparados en la seguridad de los muros del jardín de ensueño, confían en que la realidad no invadirá ese invicto territorio en el que los viejos descansan y los jóvenes juegan tenis. Pero la realidad se impone y arrastrará a todos ellos a las cámaras de gas; muchos años después, el protagonista recorre las ruinas del que fue el jardín más famoso de la ciudad de Ferrara.

Hay jardines que son un pequeño pedazo de un mundo que perdimos, un mundo que quedó en el tiempo o la distancia. En el jardín contemplado hay otros jardines cronotópicos. Julio Méndez mira desde una ventana de un piso prestado en pleno exilio madrileño un jardín por el que transitan hombres y mujeres. Ese jardín, es en realidad la suma de los jardines que el exiliado ha dejado en Chile. Ese jardín es el lugar de la ausencia, del balance, de los fracasos en la novela “El jardín de al lado” de José Donoso.

Un hombre lee una novela policial sentado frente a los ventanales que dan al jardín. El hombre que lee, lee a otro hombre que recorre el jardín que él ve. ¿Cuántos jardines hay? ¿el del libro, el de la realidad son o no el mismo? “Continuidad de los parques” tiene como escenario el jardín hecho escritura y la pregunta siempre vigente en Cortázar: ¿Cuáles son los límites de la realidad?

También un jardín puede tener la investidura de las pesadillas, de monstruos surgidos de la delirante imaginación de un hombre poderoso. Ese jardín existe y está en Bomarzo, cerca de Viterbo en Italia y lo construyó Pier Luigi Orsini. La magnificencia de este parque impactó a Mujica Láinez quien escribió “Bomarzo”, una de sus mejores novelas sobre el parque y la vida de este noble extravagante.

Recuerdo otros relatos que tienen como centro el jardín, pero como muestra ya está. El jardín, esa naturaleza domesticada, responde al viejo anhelo humano por reencontrar el paraíso.

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