DÍA DE LA POESÍA


La UNESCO ha declarado al 21 de marzo como Día Internacional de la Poesía, siguiendo la moda de que todo debe tener su día en el calendario.

Si uno sigue cierta lógica sabe que el día de los enamorados, del padre, de la madre, de la mascota, etcéteras; provoca en nosotros una fiebre regaleril. ¿Por qué no pensar que el día de la poesía será algo similar? ¿Cómo no imaginar a chicos, jóvenes y grandes caminando con su libro de poemas bajo el brazo para leer o regalar? Imaginar que en ese día los libreros pudiesen vender esos libros de poemas que duermen en los anaqueles desde hace décadas. O fantasear que el mozo del bar de la esquina a nuestra llegada nos espete con un "Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver...” del maestro Darío. Nada de esto sucede, lo sabemos y el día de la poesía pasa tan inadvertido como el día mundial de la bola de billar.

Aunque cueste creerlo, en mi edificio se celebró el año pasado tan inesperada fiesta gracias a doña Enriqueta, presidenta del consorcio y además fanática de las novedades.

Salía yo un tanto adormilado rumbo al trabajo, cuando don Jaime, el portero, me sorprendió con un "Buenos días, señor, feliz día de la poesía, en nombre del consorcio". Se me cayó el maletín y sospeché que la sesión nocturna de cognac de don Jaime todavía persistía. Pero no, inmediatamente el portero me invitó a elegir algún ejemplar poético de los apilados en la mesita. Sorpresa y asombro, habían conseguido (seguramente a un viejo librero retirado) una remesa de los "Clásicos Castellanos" de Espasa-Calpe.

Mientras me deleitaba contemplando viejos e inalcanzables títulos, comenzaron a bajar el resto de mis vecinos, quienes eran recibidos con la misma frase sorprendente por don Jaime.

"El libro del señor don Marqués de Santillana no está porque se lo ha llevado doña Enriqueta", advertía Jaime al grupo que revolvía libros en el hall. "¡Aaaaah, Bécquer!", gritó la solterona del 3° C, al tiempo que estrujaba el libro contra su pecho. "¿Alguien vio un libro con poemas de Sócrates?" preguntó el Secretario de Cultura de la comuna que vive en el 2° B. "¿Algún libro con poemas de autoayuda?", inquiría la cuarentona del 4° A, preparada ya para el gimnasio. "¡Este es el mismo que recita la vieja de literatura!, exclamó el adolescente del 1° D ante un soneto de Quevedo. "Cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando", recitaba a Jorge Manrique con voz radiofónica mientras se alejaba por el pasillo, la maníaco-depresiva del 3°A.

Poco o nada le importa a la poesía, el día de la poesía. Ella sigue estando presente en nuestras vidas, desde las canciones de cuna con que nuestras madres convocaban al sueño, las rondas que jugábamos de guardapolvos blancos, los poemas de amor que copiábamos para conquistar los favores de la compañera de curso, el instante preciso en que un poema, un verso nos reveló—a la manera borgeana—nuestra propia cara, la inigualable belleza del mundo y el don secreto de las palabras.

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