LUGONES


El 13 de junio se celebra en Argentina el “día del escritor”. Cierto escepticismo me acompaña con este tipo de acontecimientos. La elección del día se debe al nacimiento de Leopoldo Lugones (1874-1938), considerado en su momento la máxima figura de las letras y de la intelectualidad argentina. Es curioso, hoy apenas si se lo menciona y en el mundo de las letras es una figura institucional que tiene más que ver con la historia de la literatura que con la actualidad de sus escritos. Algunos de sus coetáneos o discípulos han tenido mejor suerte con la posteridad, por ejemplo Alfonsina Storni, Horacio Quiroga.

Lugones fue el representante argentino más sobresaliente de un movimiento literario denominado “Modernismo”. Este movimiento tuvo como principal objetivo renovar el lenguaje artístico, sacar a la poesía y la prosa escritas en castellano de su estancamiento. Y lo lograron. La poesía contemporánea les debe mucho; pero el modernismo con sus cánones estéticos envejeció y hoy la mayoría de sus poemas son una curiosidad literaria, piezas de museo.

Eso mismo sucede con la poesía de Lugones. Sin embargo el cordobés fue un maestro en el manejo del verso, de la técnica y del idioma. En medio de tanto oropel modernista es posible encontrar en su obra verdaderas joyas: un verso, una estrofa, a veces un poema completo, que muestran a Lugones como un gran poeta.

La mayoría de sus obras en prosa ha caído en el olvido, nadie hoy lee “La guerra gaucha” que de hecho es casi ilegible. Ilegible porque como decía acertadamente Borges, Lugones creía que escribir bien era escribir con todas las palabras del idioma”. El resultado de esa experiencia es un verdadero mamotreto más parecido a un galimatías que a una obra literaria. Sin embargo, “Las fuerzas extrañas”, esa colección de cuentos que rondan lo fantástico es un libro singular y perdurable.

Dominaba varios idiomas, fue traductor de griego, de latín; pocos campos del saber quedaron fuera de su interés y su conocimiento. Cito dos anécdotas de memoria, la primera cuando era Inspector General de Escuelas llegó a un establecimiento y advirtió que un curso tenía hora libre por ausencia del profesor, entró al aula, pidió un programa (la materia no la recuerdo) e inmediatamente desarrolló la clase. La segunda es en un museo de geología, un grupo de alumnos aguardaban la llegada de su profesor, Lugones que también visitaba el museo se interesó por ellos e inmediatamente dio una clase sobre minerales, ante la perplejidad del geólogo que refirió: esa bestia (Lugones) sabía más de piedras que yo”.

Su derrotero intelectual lo llevó de ser un ferviente socialista a un enconado conservador, en la cumbre de su prestigio pronuncia la frase en la que auguraba que había llegado “la hora de la espada”, en tácito apoyo al golpe militar de Uriburu. Fue el escritor referente, el intelectual del poder y tuvo un papel central en la construcción de la literatura argentina como institución. Erigió mediante una serie de conferencias al “Martín Fierro” como el texto central de nuestra literatura y al gaucho como símbolo de la argentinidad. Dos legados, discutibles, que aún perduran.

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