MENOS INODORO


En el mundo y cada diez segundos se acumulan pruebas irrefutables sobre la absoluta ausencia de dios, y también en ese mismo tiempo suceden cosas que hacen pensar en la ineludible presencia de una divinidad. Ante esta disyuntiva he suspendido el juicio, a la manera de los lógicos.

En el arte, en la creación, hay una lucha constante por dominar los materiales para que se adapten a los designios de artista, la mayoría termina resignándose ante tamaña empresa, otros en cambio lo logran y aquí mucho tiene que ver el talento. De uno de esos talentosos quisiera hablar en esta página, pero antes daremos una recorrida por el mito.

Cuentan los griegos que hubo un extraordinario flautista llamado Antico que recorría el país mostrando su arte inigualable, una noche, quizás envalentonado por el vino, se jactó de tocar mejor que el dios Pan. Los dioses le inflingieron un castigo terrible, Antico al posar sus labios sobre la flauta no podía soplar y así desesperado por tener toda la música en su cuerpo y no poderla expresar, Antico enloqueció.

No sé si a la manera del pobre flautista griego, los dioses o vaya a saber quién, le han propinado al “Negro” Fontanarrosa el peor de los castigos: ya no podrá dibujar. Lo sabíamos, era inevitable a pesar de que nos empeñábamos en que no sucediera, como cuando uno tiene la secreta esperanza de que Di Caprio y el Titanic no se hundirán.

En una carta del 16 de enero a sus lectores de la revista “Viva”, Fontanarrosa explica su drama, aunque no suene a tal ya que saca a relucir una de las cualidades de su talento, el humor. El creador de Inodoro Pereyra y de Boggie, inolvidables por sus trazos y sus salidas disparatadas, sus juegos de palabras, sus parodias, ha resignado una parte de su creación—algo que debe ser muy doloroso—sin embargo, el “Negro” lo transforma en ingenio y humor gracias a su talento.

Reproduzco a continuación fragmentos de esa carta: "Finalmente, la mano derecha claudicó. Ya no responde, como antaño, a lo que dicta la mente. Por lo tanto, e independientemente de que yo siga intentando reanimarla, me veo en la necesidad de recurrir a alguno de los muchos excelentes dibujantes y amigos que tengo para que pongan en imágenes mis textos”. Luego de detallar de qué manera va a resolver los compromisos de trabajo, se despide: “Vale este informe a los lectores para que no se sorprendan al advertir que he mejorado notablemente la calidad de mis trazos y de mis colores. Nos estamos viendo. Negro Fontanarrosa".

Es decir, tendremos la voz de Inodoro, pero en otro cuerpo y entonces ya no será el mismo. Fontanarrosa hará gala del excelente manejo del idioma (a mi modesto entender su punto más destacado como historietista), pero sus trazos, que él siempre los tuvo en menos, estarán ausentes.

Los que lo seguimos a lo largo de los años, los que disfrutamos a carcajadas sus historietas desopilantes, tendremos que conformarnos—no sin cierta bronca por la injusticia—a un Fontanarrosa menos pleno, pero ojalá siempre ingenioso.

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