LITERATURA Y EXILIO IV


Remigio Morales es un escritor, personaje del relato titulado "El remate", sintetiza, antes de su desesperanzado y trágico final, el sentir del exiliado republicano español: "Sencillamente, no existimos. Fuimos borrados del mapa. Un auténtico remate. Nadie sabe quiénes fuimos."


Si bien el cuento de Max Aub deja traslucir la soledad de los exiliados a fines de los cincuenta, la historia actual es bien distinta, y como dijo alguna vez el escritor Andrés Trapiello: “Los nacionalistas ganaron la guerra, pero perdieron la historia de la literatura”. Y en esta afirmación no hay dudas que dos son los países que posibilitaron el conocimiento de la “España peregrina” al resto del mundo: México y Argentina. Y esto fue así gracias a la labor encomiable de algunas casas editoras, como Losada. La revalorización de estos escritores, en su mayoría mucho más talentosos que los del bando franquista, comenzó en España ni bien desapareció el caudillo.


Es innegable la superioridad estética de los escritores que se exilian a casa de la guerra civil en Estados Unidos, en Puerto Rico, en México, en Argentina; parece cumplirse lo que el poeta León Felipe vaticinó: “Soldado, tuya es la hacienda, / la casa, / el caballo / y la pistola. / Mía es la voz antigua de la tierra. / Tú te quedas con todo y me dejas desnudo y errante por el mundo.../ Mas yo te dejo mudo... ¡mudo! / y ¿cómo vas a recoger el trigo / y a alimentar el fuego / si yo me llevo la canción?”. Y por mucho tiempo pareció que esa España del éxodo se había llevado y acaparado la canción.


Hay voces poéticas que añoran la patria perdida, que basta un pequeño estímulo para que la imaginación, la nostalgia, el dolor se encarnen en las palabras con el ínsito deseo de convocar, por medio de la poesía, la presencia del suelo añorado. Así lo dice en un poema Rafael Alberti: “Hoy las nubes me trajeron/ volando el mapa de España.[...] Yo, a caballo, por su sombra/ busqué mi pueblo y mi casa./Entré en el patio que un día/ fuera una fuente con agua./Aunque no estaba la fuente,/ la fuente siempre sonaba./Y el agua que no corría/volvió para darme agua”.


Pero hay también otras voces como las de Luis Cernuda, que se hacen rabiosas a medida que el exilio se prolonga, es entonces cuando la literatura salva la España pasada y el poeta condena la del presente por la que no siente nostalgia. “Soy español sin ganas/ que vive como puede bien lejos de su tierra/ sin pesar ni nostalgia...”. Y más adelante, “La real para ti no es esa España obscena/ y deprimente/ en la que regentea hoy la canalla,/ sino esta España viva y siempre noble/ que Galdós en sus libros ha creado...”


Emilio Prados desde su refugio se aferra al mar mejicano como un puente hacia el mar de toda su vida, el malagueño; pero sabe que algo terrible se interpone: “De noche, el mar me acompaña,/ y junto al mar voy a verte./[...] Para soñarte, la muerte/siempre entre los dos, España”.

En la foto Emilio Prados, García Lorca, Pedro Salinas...

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