EL EXILIO ARGENTINO II
El golpe militar de 1976 es clave es esa literatura del exilio argentino. Muchos de los escritores argentinos dejan para siempre el territorio, porque mueren o deciden quedarse en otro país; otros vuelven y su obra cobra un nuevo relieve a partir de la llegada de la democracia. A muchos el exilio los ha templado, a otros los ha destruido.
Aquí algunas voces que dan cuenta de la diáspora argentina de los setenta. Ariel Ferraro (1925-1985), ese insigne poeta riojano hoy casi olvidado, y al que el exilio exprimió todas sus energías, dice: “No hubo peor exilio que el de la propia tierra./ No hubo peor palabra que la oración en llamas./ No hubo animal más triste que la sombra del hombre./ Espantando fantasmas al romperse en la calle”.
Héctor Tizón, el narrador jujeño, autor de “La casa y el viento” deambuló por España y México en aquellos años de la dictadura, a su regreso sigue escribiendo sobre la cosmovisión del hombre del norte argentino. De esa novela reproduzco un pequeño pasaje: “Desde que me negué a dormir entre violentos y asesinos, los años pasan. [...]Cuando decidí partir, dejar lo que amaba y era mío, sabía que era para siempre, que no iba a ser una simple ausencia sino un acto irreparable, penoso y vergonzante, como una fuga. En realidad todas mis partidas fueron fugas. Creo que es la única forma de irse”.
Juan Gelman el poeta que acaba de recibir el premio Cervantes, resolvió no volver, quizás porque las ausencias ya eran demasiadas. Desde México sigue esculpiendo una obra que es, sin dudas, una de las mejores del continente. Son innumerables sus poemas sobre el exilio, alguna vez sostuvo que son “especie de conjuros”. Este poema en prosa fue escrito en Roma a comienzos de los ochenta: “No debiera arrancarse a la gente de su tierra o país, no a la fuerza. La gente queda dolorida, la tierra queda dolorida. Nacemos y nos cortan el cordón umbilical. Nos destierran y nadie nos corta la memoria, la lengua, las calores. Tenemos que aprender a vivir como el clavel del aire, propiamente del aire”.
Entre la larga lista de escritores que no volvieron del exilio figura otro riojano y músico, además de narrador: Daniel Moyano, autor de cuentos inolvidables como éste, llamado “Esqueletos de caracoles blancos” en el que el personaje central dialoga en una plaza de una ciudad extraña con el que fue su carcelero. “En la última navidad hice una lista de las personas que más gravitan en mi exilio. A medida que llegaban a la memoria, usted, desde lugares insistentes, empujaba, quería entrar. Yo me oponía[...]Quise anotar su nombre pero no lo sabía, algo tan importante no tenía nombre. Puse ‘carcelero’ aunque al mismo tiempo estaba pensando: ‘padre’.
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