PAZ
Pero más allá de la hojarasca
que este vendaval trae, también paradójicamente nos devuelve prístina su figura
siempre presente a pesar de los años de ausencia. Figura enorme, poliédrica,
omnívora. A veces he pensado que Paz, de haber nacido en el siglo XIX, hubiese llegado
a ser presidente de su país, una especie de Sarmiento mexicano. Pero nació
mucho después, cuando los pensadores ya tenían vedado (por voluntad propia o de
otros) el correoso campo de la política que reparte cargos. Sí, a Paz le tocó
presenciar el tiempo en que el perfil y el peso del intelectual se fue
disipando como una niebla arrastrada por los vientos de cambio. El intelectual
faro hoy ya no existe, y la entidad misma del intelectual es hoy harto
discutida en las sociedades posmodernas. Paz fue el último de ese tipo de
pensadores ya extinguidos cuya estatura opacaba a cualquier personaje o
corriente de opinión.
Una inteligencia crítica
prodigiosa que a la manera de una serpiente
no dudaba en morderse la cola. De allí su relación siempre tensa con la
izquierda, de la que fue un disidente que pasado el tiempo adoptó posiciones
más moderadas y creyó siempre que la libertad del individuo era el punto
fundante. Abordó todos los temas y problemas, desde los más simples a los más
abstractos y complejos y su paso por ellos abrió caminos por los que transitan
hoy pensadores y artistas. Además, tratados por Paz, muchos de esos temas se
volvían nuevos, y marcaban un hito que después era muy difícil de superar.
Muchos libros hubo y actualmente hay sobre Sor Juana Inés de la Cruz, pero la
mayoría recuerda el libro de Paz “Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la
fe”, ya convertido en un verdadero clásico. Cuando uno lo lee parece que ya lo
ha dicho todo sobre la poeta. Uno de los análisis más esclarecedores sobre el
Virreinato de Nueva España están en ese libro.
“El arco y la lira” es un
referente cuando se trata de acudir a obras que teoricen sobre el mundo siempre
lábil de la poesía. “El poema no es una forma literaria sino el lugar del
encuentro entre la poesía y el hombre”, sostiene Paz en su estilo siempre
claro, siempre poético.
Es evidente que no te oculto
mi gran admiración por Octavio Paz que viene desde los lejanos días de
estudiante, cuando con algunos amigos comprábamos sus libros de poemas y
discutíamos y celebrábamos sus versos. Te dejo algunos para el final: “Tal vez
amar es aprender/ a caminar por este mundo./ Aprender a quedarnos quietos/ como
el tilo y la encina de la fábula./ Aprender a mirar./ Tu mirada es sembradora./
Plantó un árbol./ Yo hablo/ porque tú meces los follajes”.
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