ANAGNÓRISIS
“La vida imita al arte”, seguramente habrás escuchado o leído estas
palabras muchas veces. Y hay situaciones vitales que corroboran que la trillada
frase se cumple para bien o para mal. El hecho ocurrido esta semana que revela
la identidad del nieto de la titular de las Abuelas de Plaza de Mayo también
puede suscribirse a esta frase, en este caso habría que ajustarla y decir que
“la vida imita a la literatura”. Porque lo que sucedió fue un descubrimiento,
una revelación, un reconocimiento de una identidad que permanecía oculta. Y esto
es propio de un procedimiento que los griegos denominaron “anagnórisis”. Esta
palabra aparece en la “Poética” de Aristóteles y le sirve para caracterizar el
instante en que la ignorancia da paso al conocimiento.
Si bien Aristóteles distingue varios tipos de anagnórisis (la que se
produce por señales, por revelaciones del poeta o narrador, la que origina el
recuerdo, la que se da mediante el razonamiento y la que surge de las acciones
mismas) no nos vamos a detener en ellas; sí recorreremos algunos ejemplos
ilustres de este procedimiento. Los más evidentes surgen en la tragedia griega
(sobre ella teorizó el estagirita). Uno de los momentos más sublimes de la
literatura universal es la anagnórisis de Edipo en la tragedia de Sófocles
cuando se entera que ha matado a su padre y se ha casado con su madre: SERVIDOR.-
Por compasión, oh señor, pensando que se
lo llevaría a otra tierra de donde él era. Y éste lo salvó para los peores
males. Pues si eres tú, en verdad, quien él asegura, sábete que has nacido con
funesto destino. EDIPO.- ¡Ay, ay! Todo se cumple con certeza. ¡Oh luz del día,
que te vea ahora por última vez! ¡Yo que he resultado nacido de los que no
debía, teniendo relaciones con los que no podía y habiendo dado muerte a
quienes no tenía que hacerlo!
Seguramente recordarás, esta vez con final feliz, el descubrimiento de
Odiseo que vuelve a su hogar luego de diez años por parte de su esposa Penélope
y de su padre Laertes. Un autor muy amante de la anagnórisis fue Cervantes, en
muchas de sus Novelas Ejemplares usa este procedimiento. En “La Gitanilla” y
“La Española inglesa”, por ejemplo, hay casos de anagnórisis cuando los padres descubren
la verdadera identidad de estas mujeres que resultan ser sus hijas. Este
recurso también lo utilizó profusamente Lope en su teatro. Tanto Cervantes como
Lope la utilizan en situaciones finales y generalmente para lograr un final
dichoso.
Viene a mi memoria el caso del romance tradicional que hasta no hace
mucho tiempo la cantaban las niñas en sus juegos: “Estaba la Catalina/sentada bajo un laurel/gozando la frescura/de las
aguas al caer./ De pronto pasó un soldado/ y lo hizo detener./ - Deténgase
usted soldado/que una pregunta le quiero hacer.” Ella le pregunta por su
marido y le dice cómo es, luego de comentarle qué hará en caso de que él no
vuelva de la guerra, sobreviene la anagnórisis: “Calla, calla, Catalina./Calla, calla de una vez,/que estás hablando con
tu marido/ que no has sabido reconocer”. También en los cuentos
tradicionales se da el reconocimiento-descubrimiento-revelación, basta pensar
en historias como las de Cenicienta, Blancanieves e incluso Caperucita Roja.
El romanticismo y su exacerbación de los sentimientos utilizó mucho este
procedimiento en el teatro y la novela; de esta herencia proviene el uso y
abuso que hace la telenovela de la anagnórisis, ejemplo de ello ha sido
recientemente la exitosa “Avenida Brasil”.
Anagnórisis con final feliz, así podría caracterizarse desde la técnica
literaria la situación vivida el martes por Estela de Carlotto. Quizá por eso
nos haya embargado tanta emoción debido a que un trozo de nuestra maltrecha
realidad cotidiana se parecía a esos finales de novelas o de películas que nos
hace mejores como seres humanos.
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