ALMUERZO
El
19 de mayo de hace 40 años sucedió uno de los almuerzos más célebres y
polémicos de la literatura argentina y que traería luego innegables
repercusiones que llegan hasta el presente. Los comensales: el dictador Jorge
Videla, su secretario Villareal, Ratti,
presidente de la SADE, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y el padre Leonardo
Castellani. El almuerzo tenía como objetivo explícito, al parecer, hablar sobre
el estado de la cultura argentina. Es evidente que detrás de esa intención
había otras soslayadas y de mayor peso como legitimar desde el prestigio de dos
escritores que apoyaron el golpe, el nuevo gobierno de facto.
Sobre
esas dos horas de reunión hay tantas versiones de allegados, estudiosos e
inclusive de los propios protagonistas de lo que allí se habló, que es
materialmente imposible que tantas cosas hayan podido decirse en tan poco
tiempo. Videla sostuvo que en la antesala del almuerzo, Borges lo saludó con un
“¡Ave, César, vencedor de los
peronistas!”. Sin embargo ninguno de los demás protagonistas menciona este
hecho. Los más locuaces fueron Ratti y Sábato que traían diferentes proyectos
sobre la ley del libro, los derechos de autor, etc. Los más parcos, Castellani
y Videla.
Al
salir y ante la requisitoria periodística, todos destacaron la figura del
presidente. “Culto, modesto, inteligente”,
lo vio Sábato; “Sereno, humilde,
preocupado por conocer la realidad argentina”, sostuvo Castellani. Borges
dio la nota, le agradeció personalmente por el golpe “que salvó al país de la ignominia”. Un mes después la revista “Crisis” procuró tener el testimonio de
los tres escritores sobre el comentado almuerzo. El único que accedió fue
Castellani y corroboró muchas de las cosas que se dicen en la columna. Además
el sacerdote introdujo la política en la conversación “Días atrás me había visitado una persona que, sumida en la
desesperación, me había suplicado que intercediera por la vida del escritor
Haroldo Conti. Yo no sabía de él más que
era un escritor prestigioso y que había sido seminarista en su juventud. Anoté
su nombre en un papel y se lo entregué a Videla, quien lo recogió
respetuosamente y aseguró que la paz iba a volver muy pronto al país”.
No
sólo la paz no volvió pronto, tampoco Conti, y lo que siguió fue una enorme
pesadilla de la que muchos no despertaron.
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