LITERATURA y PULPERÍAS
Hace ya un tiempo te hablé de mi predilección por los boliches. Pero no
en el sentido que hoy es usado el término como lugar o espacio de baile; sino
como un local de venta de comestibles y demás, con su anexo de mesas y
mostrador en donde los asistentes toman una copa y juegan a las cartas o los
dados, y más acá en el tiempo al metegol o billar. Estos locales tienen un olor
inconfundible en los que se mezclan los aromas de las especias, del pan, el tabaco rancio de los parroquianos y sus
sudores y el olor a las bebidas con los demás artículos variados que se exhiben
en las estanterías. Son claramente lugares pueblerinos o bien de la campaña.
Cuando estos locales llegan a las ciudades o pueblos grandes se quedan en la periferia
y comienzan a llamarse bares, pierden en su mayoría el expendio de mercaderías
y quedan como un lugar de esparcimiento en el que se toma y se juega. Claro,
todos tienen un antecedente ilustre, todos vienen de la misma matriz, la
pulpería. Muchos de estos sitios han sido esenciales para el destino de algunos
personajes de la literatura.
La suerte del gaucho Martín Fierro está maneada a las pulperías, porque
qué hubiese sido de Fierro si no estaba aquella noche cantando en un baile
cuando llegó el Juez de Paz con la policía y los reclutó a todos para la
milicia. Ese es el germen de todas las peripecias de Fierro, de pasar de ser un
gaucho aficionado al canto que vive libre y tranquilo a un gaucho matrero,
desertor y asesino. En la pulpería del fuerte reclama su salario, esto lo
enfrenta con sus superiores, por lo que toma la decisión de desertar. En otro
baile en una pulpería mata al moreno y luego…”Otra
vez en un boliche/ estaba haciendo la tarde;/ cayó un gaucho que hacia alarde/
de guapo y peliador;/ a la llegada metió/ el pingo hasta la ramada,/ y yo sin
decirle nada/ me quedé en el mostrador...”. Sigue una serie de
provocaciones que terminan con la muerte de este gaucho peleador. Muchos años
después Martín Fierro se reencuentra con sus hijos, ya grandes, en una
pulpería. En ese mismo lugar ocurre la célebre payada del moreno con Fierro,
cuya continuidad nos relata Borges en “El fin”.
También decisiva fue la pulpería, en las afueras de San Antonio de
Areco, para la vida de Raucho, el jovencito deslumbrado por el arquetipo del
gaucho: Don Segundo Sombra. “Absorto por
mis cavilaciones crucé el pueblo, salí a la oscuridad de otro callejón, me
detuve en "La Blanqueada". Para vencer el encandilamiento fruncí como
jareta los ojos al entrar al boliche. […]Oímos un galope detenerse frente a la
pulpería, luego el chistido persistente que usan los paisanos para calmar un
caballo, y la silenciosa silueta de Don Segundo Sombra, quedó enmarcada en la
puerta”. El encuentro con Don Segundo cambiará completamente la vida del
joven, quien gracias a su maestro se hace un hombre completamente diferente del
chico huérfano y desdeñoso de sus tías.
¿Qué hubiese sido de las picardías del Laucha si no hubiese perdido el
tren a Buenos Aires por quedarse a tomar una copa en la pulpería de la estación
Benavidez? Gracias a esa copita, muy pronto se convirtió en dueño de una
pulpería al casarse con la dueña, doña Carolina. Aquí la descripción del
negocio que hace Payró en “El casamiento de Laucha”. “La casa era bastante grandecita, con negocio de almacén, tienda, y un
poco de ferretería. Tenía también un despacho de bebidas, con gran reja de
fierro adelante del mostradorcito, y sin mesas, ni bancos, ni menos sillas,
para que el paisanaje y el gringaje, no teniendo en qué sentarse, se largara en
cuantito tomaba la tarde o la mañana”.
Como ves, cuando un personaje literario relacionado con el campo pasa
por una pulpería, algo importante va a suceder, no tengas dudas de ello.
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