LITERATURA Y HOTELES
En columnas anteriores examinamos la
fascinación que ciertos escritores tenían por los hoteles, muchos de ellos se
hicieron célebres gracias a la presencia de hombres y mujeres que los
utilizaron como sitio de creación, además de vivir allí poco o mucho tiempo, o
poner fin a sus días en algunas de sus habitaciones. Ahora recorreré algunas
habitaciones famosas dentro de la literatura, seguramente vos tendrás presente
varias de las que menciono aquí y otras que yo desconozco.
Los cronopios y los famas (según Cortázar)
tienen una forma muy diferente de planificar sus viajes y por ende los hoteles en
los que se hospedarán: “Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al
pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua
cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las
alfombras.[…]
Cuando los
cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han
marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran
precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas
cosas les ocurren a todos…”
Cuando iba a Montevideo, Cortázar se quedaba
en el hotel Cervantes, el mismo le serviría de escenario para su cuento “La
puerta condenada” que comienza: “A Petrone le gustó el hotel Cervantes por
razones que hubieran desagradado a otros. Era un hotel sombrío, tranquilo, casi
desierto.[…] Petrone aceptó una habitación con baño en el segundo piso, que
daba directamente a la sala de recepción.[…] El agua salía hirviendo, y eso compensaba
la falta de sol y de aire. En la habitación había una pequeña ventana que daba
a la azotea del cine contiguo; a veces una paloma se paseaba por ahí. El cuarto
de baño tenía una ventana más grande, que se abría tristemente a un muro y a un
lejano pedazo de cielo, casi inútil. Los muebles eran buenos, había cajones y
estantes de sobra. Y muchas perchas, cosa rara”.
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