En columnas anteriores examinamos la
fascinación que ciertos escritores tenían por los hoteles, muchos de ellos se
hicieron célebres gracias a la presencia de hombres y mujeres que los
utilizaron como sitio de creación, además de vivir allí poco o mucho tiempo, o
poner fin a sus días en algunas de sus habitaciones. Ahora recorreré algunas
habitaciones famosas dentro de la literatura, seguramente vos tendrás presente
varias de las que menciono aquí y otras que yo desconozco.
Hoteles que huelen a rancio, habitaciones
con altas ventanas y cielo raso de tela manchada por la humedad, camastros
oscilantes, una mesa de luz, un foco pobre, botellones de agua, palanganas,
frías en invierno y calurosas en el estío, estos son los rasgos más salientes
de esas habitaciones por las que transcurre su vida gris de viajante de
comercio el protagonista de “Extraño y pálido fulgor”, una de las grandes
novelas de Héctor Tizón. Y es en uno de esos cuartos donde encontrará una carta
de una mujer llamada Abigail que cambiará definitivamente su vida.
“Hotel Edén” es una novela de Luis Guzmán
y se refiere al famoso hotel de La Falda que albergó a simpatizantes y
protagonistas del régimen nazi. Curiosamente la novela no transcurre allí, sino
que el hotel figura como proyecto de novela (que nunca escribe) de su
protagonista, Ochoa.
Los cronopios y los famas (según Cortázar)
tienen una forma muy diferente de planificar sus viajes y por ende los hoteles en
los que se hospedarán: “Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al
pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua
cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las
alfombras.[…]
Cuando los
cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han
marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran
precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas
cosas les ocurren a todos…”
Cuando iba a Montevideo, Cortázar se quedaba
en el hotel Cervantes, el mismo le serviría de escenario para su cuento “La
puerta condenada” que comienza: “A Petrone le gustó el hotel Cervantes por
razones que hubieran desagradado a otros. Era un hotel sombrío, tranquilo, casi
desierto.[…] Petrone aceptó una habitación con baño en el segundo piso, que
daba directamente a la sala de recepción.[…] El agua salía hirviendo, y eso compensaba
la falta de sol y de aire. En la habitación había una pequeña ventana que daba
a la azotea del cine contiguo; a veces una paloma se paseaba por ahí. El cuarto
de baño tenía una ventana más grande, que se abría tristemente a un muro y a un
lejano pedazo de cielo, casi inútil. Los muebles eran buenos, había cajones y
estantes de sobra. Y muchas perchas, cosa rara”.
El Grand Hotel des Bains está presente en
“Muerte en Venecia”. En sus habitaciones se hospedaba el protagonista de la
famosa novela de Thomas Mann llamado Gustav Aschenbach, quien al llegar al
hotel vio "una habitación agradable, con el mobiliario de madera de
cerezo, con un ramo de flores olorosas sobre una mesilla, y desde cuyas altas
ventanas se podía disfrutar la visión del mar abierto". En la playa que se
ve desde esas ventanas del hotel pasó algunos de sus mejores días y vio crecer
su pasión por Tadrio, un joven adolescente polaco. En esa playa,
contemplándolo, murió una mañana ya otoñal.
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