LOS INQUILINOS

La morada de un escritor es su lengua, y esa morada suele ser la que se erige desde que uno abre los ojos al mundo: la lengua materna. Esta sí que es una expresión esclarecedora y extraña. La lengua madre que nos cría y nos alimenta y nos arrulla. Es raro pero casi no existe la lengua paterna; debe ser porque la lengua en que nacemos se nos figura un útero gigante y protector, en el cual nos movemos con cierta libertad.
Sin embargo hay escritores que han abandonado esa morada materna para ir a buscar nuevos cobijos, otras lenguas en las cuales decir aquello que ya no dicen en el idioma primigenio.
Las circunstancias del abandono son múltiples, en algunos casos traumáticas, en otros es el resultado de una larga y paciente decantación. La mayoría de estos escritores suelen ser políglotas, equilibristas de la expresión que van de una a otra lengua asumiendo el vértigo de una posible caída.
Joseph Conrad, el autor de "Lord Jim", era polaco, también hablaba ruso, francés e inglés. En esta lengua decidió escribir su obra luego de que la familia huyera de su país. Como todo inquilino de otra lengua, Conrad era extremadamente puntilloso con la normativa inglesa, e incluso con la pronunciación, a pesar de que él nunca perdió cierto acento eslavo.
Samuel Beckett, autor de "Esperando a Godot", es un desarraigado que se halla como en su propia casa con el inglés o el francés, siendo él irlandés. En muchas de sus obras no se sabe en qué idioma nacieron primero, si en francés o en inglés. Beckett mismo es el traductor de sus obras tanto a uno como a otro idioma .
Otro pez en el agua de las lenguas es el ruso Vladimir Nabokov. Además del ruso, escribió en francés varios relatos, y en inglés su obra más famosa: "Lolita". Mientras muchos exiliados se aferraron desesperadamente a su lengua materna o se sepultaron en el silencio, Nabokov "pasó sucesivamente de una lengua a otra como un turista millonario", según la apreciación de Steiner.
Hay casos especiales, como el de Kafka. De condición judía, nació en Praga y su familia pertenecía a la burguesía alta que hablaba alemán. Por tanto el checo, el yiddish y el alemán eran sus tres lenguas maternas.
En nuestro país, podemos citar el caso de Paul Groussac, un intelectual francés que fue director de la Biblioteca Nacional y que adoptó el español para escribir. Según Borges, Groussac es uno de los mejores prosistas de la lengua castellana.
Héctor Bianciotti un escritor argentino residente en Francia, ha dejado de escribir en español desde hace un tiempo, y ha adoptado el francés como su lengua literaria.
La lista de inquilinos de la lengua es amplia, hay más casos ilustres; pero todos han agregado al idioma en que escriben una resonancia especial, de visitantes ilustres, pero visitantes al fin.

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