LA DESGRACIA DE ACERTAR

Cuenta la leyenda que Fidias, el escultor griego, luego de haber realizado gran cantidad de estatuas en toda Grecia, esculpió en su taller a la más hermosa de todas las mujeres; y por temor a que alguien la dañe o se la robe, Fidias no abandonó el taller por el resto de su vida.
Suele ser paradójico que los artistas busquen constantemente la perfección en sus obras y que a veces esa perfección termina encarcelándolos. A veces esto sucede cuando el público encuentra una obra que juzga perfecta y la hace suya.
Orson Welles por más que lo intentó no pudo nunca escapar de "El ciudadano". Al flaco Spinetta lo sigue persiguiendo una "muchacha ojos de papel" pese a todos sus esfuerzos por extraviarse.
En la literatura también oímos voces lamentándose de que la gente reconozca sólo una obra, que el escritor quizá hace tiempo dejó de lado por otras creaciones que él juzga superiores.
Alguna vez le sucedió esto a Pablo Neruda. Venía el poeta de regreso a Chile luego de alguno se sus incontables exilios, en Lima un grupo de amigos le organizaron un recital poético para reponer las menguadas finanzas de don Pablo. El poeta recitaba sus últimas creaciones, inéditas por estos lares, mientras la gente insistía, como en una salmodia, pidiendo el "poema N° 20". Ese que comienza "puedo escribir los versos más tristes esta noche/ escribir por ejemplo la noche está estrellada...".Al final Neruda, de mala gana, lo recitó; pero refieren algunos biógrafos que ese poema era uno de los que el vate chileno no le tenía mucha estima.
"Escriba lo que escriba, siempre seré el poeta de Setenta balcones..." confesaba con resignación y amargura, a minutos de recibir un prestigioso premio, Baldomero Fernández Moreno. A casi 70 años de aquel momento, esas palabras tienen plena vigencia; Fernández Moreno escribió mucho, pero la mayoría recuerda sólo el poema: "Setenta balcones hay en esta casa/setenta balcones y ninguna flor..."
Conrado Nalé Roxlo dejó alguna de las mejores páginas de humor de la literatura argentina, fue también dramaturgo y poeta. No sin un dejo de tristeza, Nalé reconocería ya entrado en años, que él también para la gente era el autor de un único poema, cuyos primeros versos dicen: "Música porque sí, música vana/ como la vana música del grillo..." compuesto una lejana madrugada de 1921, de un tirón y en menos de dos horas.
La mayoría de los citados en estos casos son poetas, ellos son las víctimas más frecuentes. Con los narradores es más difícil, pero hay también muchos ejemplos.
Para nombrar uno actual e ilustre: Gabriel García Márquez. Él también se podría adueñar del lamento de Fernández Moreno, porque escriba lo que escriba, siempre será el autor de "Cien años de soledad". Y es inútil cualquier empresa destinada a romper ese determinismo casi fatal, por más que el "Gabo" lo haya intentado.
Todos ellos han tenido la trabajosa desgracia de acertar.

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