PROVINCIANOS II

Hablábamos en la columna anterior de esa categoría discutible denominada "literatura argentina". Lo cierto es que hay escritores que podemos asociarlos a esa categoría por el simple hecho que escriben o escribieron en nuestro país, hasta ahí no hay problemas; pero la dificultad comienza a presentarse cuando autores argentinos escriben desde otros lugares, el caso emblemático es Julio Cortázar, cuya mayor parte de su obra fue realizada en Francia. Sin embargo nadie dudaría que la obra cortazariana pertenece a la literatura argentina.

También aparece otro inconveniente con autores extranjeros que escriben sobre nuestro país, caso de Gombrowicz; o de argentinos que escriben en otra lengua, como es el caso de Copi en italiano o de Bianciotti en francés. La pregunta es: qué entra y qué no en esos difusos límites del territorio denominado "literatura argentina".

Como todo país centralista, Buenos Aires es el lugar donde cualquier hecho cultural adquiere una trascendencia nacional; mientras que esos mismos hechos en una capital de provincia terminan siendo apenas de consumo regional.

Así en todo el contexto que rodea a la obra literaria, como por ejemplo editoriales de distribución masiva y de prestigio; difusión, posibilidades de colaboraciones en diarios nacionales, etc., hacen sumamente difícil para los escritores radicados en las provincias poder tener cierta repercusión nacional.

Pero es cierto que, como ya lo decíamos en la pasada columna, muchos escritores provincianos han logrado un reconocimiento nacional y muchos son considerados pilares de la tradición literaria argentina.

En general los provincianos adoptan dos grandes actitudes: la primera, van a Buenos Aires y escriben desde allí, algunos con temáticas más cosmopolitas y otros más orientados hacia lo local. La segunda, tiene que ver con aquellos que deciden hacer literatura desde su lugar, en este caso muchos de ellos sufren un injusto silencio.

Entre los que llegaron a Buenos Aires está ese grupo de narradores, sobre todo, que en los '60 y comienzo de los '70 renovaron la narrativa argentina.

Abelardo Castillo llegó de su San Pedro para contar con una maestría cercana a la perfección la vida de adolescentes pueblerinos en cuentos como " La madre de Ernesto". También de la provincia de Buenos Aires, más precisamente de Chacabuco, con una prosa luminosa y unas historias sorprendentes, Haroldo Conti se ganó un espacio dentro de los nuevos narradores argentinos.

Tomás Eloy Martínez nació en Tucumán, obtuvo prestigio como periodista en diversos medios gráficos. Hasta que "La novela de Perón" un relato que combina ficción con el rigor periodístico le dio su valía dentro de las letras.

María Esther de Miguel nació en Larroque, Entre Ríos. Trabajó en la docencia y en el periodismo. Fue una de las principales figuras de lo que se llamó el "boom de la novela histórica argentina" acaecido en la década del '90. Entre sus obras podemos destacar "La amante del Restaurador".

Comentarios

Entradas populares