LOS RELATOS DE VIAJES

Y llegamos al final del viaje. Aquí aparecerán algunos de los autores que dejaron en sus diarios, en sus crónicas la vivencia del lugar en el que ocasionalmente se encontraban. No es lugar para elucubraciones teóricas, pero hay un conjunto de relatos de viaje que ingresan dentro del vasto e indefinido campo de la literatura.

Siempre se ha considerado la literatura de viajes como una literatura "híbrida", que combina una variedad de géneros, motivaciones, propósitos, tonos y estilos. Así, relatos de viajes privados y con una intencionalidad lejana a lo estético son hoy considerados literarios como es el caso de los diarios de viaje de Cristóbal Colón o el corpus de las crónicas de Indias.
Pero es mi intención recalar a partir de fines del siglo XVIII, cuando el viaje se transforma en un valor cultural que comprendía una nueva experiencia y que exigía una nueva forma narrativa. En su excelente libro “El relato de viaje. De Sarmiento a Umberto Eco”, Jorge Monteleone caracteriza al relato de viaje como una forma narrativa que se sirve de la crónica “para sugerir la inmediatez de la mirada y la sensación, pero también del ensayo para preservar sus rodeos especulativos”.
Los críticos de la historia de las letras coinciden que el viaje de Goethe a la ciudad imperial cambió en parte su concepción estética. Muchos sugieren que ese viaje fue decisivo para volver su mirada hacia el mundo grecolatino. Goethe no será el mismo cuando vuelve a Alemania, habrá encontrado en Roma la serena sencillez y grandeza del arte.
París ha sido una de las ciudades constantemente retratadas por viajeros que sucumbieron a su hechizo. Sarmiento, Darío, Benjamin, Calvino dejaron sus sensaciones, sus experiencias de caminantes por la “ciudad luz”. Venecia es otra ciudad de embrujo para los viajeros, allí una noche Joseph Brodsky, el poeta ruso, captó en esa Venecia fría el misterio de la belleza. Brodsky volvería casi todos los años a esa ciudad que marcó un quiebre en su experiencia vital.
Pocos territorios atraen la fascinación de los viajeros como la Patagonia. Innumerables son los relatos de todo tipo sobre esta región. Algunos famosos en el mundo como el de Darwin, otros más domésticos como los del perito Moreno o los de aquellos pioneros que abrían paso a la colonización.

Pero, discutible o no, el prestigio de la Patagonia dentro del relato de viaje literario se debe a un inglés andante y mochilero: Bruce Chatwin, con un libro ya mítico: “En la Patagonia”. Chatwin no sigue las reglas comunes para textos de viajeros. Se calla sobre sus propias experiencias para que sus lectores puedan oír las voces de la gente de la Patagonia. Chatwin está casi ausente de la narrativa. No escribe sobre las dificultades del viaje. Está más interesado en lo que ve. Y ve no tanto el paisaje patagónico sino que su mirada es más de corte antropológico, quiere contar historias de la gente que vive allí.
Viaja quizás como todos, para encontrar al Otro.

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