ESCRITORES BORRACHOS II

Recorrimos en esta columna los casos emblemáticos de los "Juanes" Rulfo y Onetti. En ellos la mezcla de tinta y alcohol llegó a su grado sumo y provocó el alejamiento de la bebida del mejicano; Onetti siguió hasta el final de sus días, y algunos amigos describen a la borrachera como su estado natural.
En la mayoría de los casos los escritores borrachos han aprovechado sus momentos de lucidez co o sin alcohol para producir una obra, que curiosamente, pese a tener el contexto del caos, tiene rigurosidad y disciplina a la hora de la escritura.
Hay algunos críticos que destacan ese sentido de compromiso con la escritura de muchos escritores anglosajones o germánicos y lo atribuyen a la educación protestante, sobre todo; pero no dejan de ser ejemplos arbitrarios que se dan también en escritores de ascendencia latina y de un ámbito católico.
El siglo XIX europeo muestra un grupo de poetas franceses que instauran una nueva estética, este grupo proclama un "desorden de los sentidos", generalmente obtenido con el maridaje entre el alcohol y las drogas. Así Baudelaire, el poeta de "Las flores del mal", famoso además por su gusto por el licor de ajenjo. Este licor, vinos de todo tipo y aguardientes baratos fue el derrotero elegido por otros dos poetas "malditos", Rimbaud y Verlaine.
El maestro de ellos y reconocido como el fundador de la literatura policial, Edgar A. Poe era dipsómano (según Abelardo Castillo, otro célebre bebedor, los dipsómanos se emborrachan con sólo una copa); y murió en el umbral de una taberna.
James Joyce, el irlandés autor del "Ulises" la novela que cambió el modo de narrar en el siglo XX, no bebía jamás vino blanco porque le habían dicho que era perjudicial para su vista; en cambio pasaba por alto las secuelas del whisky que bebía en cantidades y por periodos de tiempo, tenía otros periodos que era abstemio. Joyce le trnsmitió el gusto por el whisky a su secretario de ese entonces y luego escritor singularísimo, Samuel Beckett, autor de esa maravilla del absurdo que es "Esperando a Godot".

Faulkner caía en profundas crisis alcohólicas producto de su ritmo de trabajo siempre acompañado por el whisky; para recuperarse de sus crisis tenía una habitación pagada en un hospital de Memphis y así no interrumpir por demasiado tiempo su labor.
Francis Scott Fitzgerald, quien escribió "El gran Gatsby", es uno de los mayores escritores de esa generación de entre guerras llamada "generación perdida". Fitzgerald bebió siempre, y mucho más cuando el éxito se diluyó, y la sequía temática y el fracaso como guionista lo derrumbaron por completo. Dicen que en el momento de su muerte, a los 45 años, estaba completamente borracho.
Raymond Chandler, en "El largo adiós", esa obra maestra del policial negro, le hace decir a uno de sus personajes: " El alcohol es como el amor. El primer beso es magia; el segundo, intimidad; el tercero, rutina. Después de eso lo único que hacemos es desvestir a la muchacha".

Quizás el alcohol sea la búsqueda de una magia secreta y perdida.

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