LITERATURA Y AJEDREZ II

“Este juego pertenece a todos los pueblos y a todas las épocas y nadie puede saber de él qué divinidad lo regaló a la Tierra para matar el tedio, aguzar el espíritu y estimular el alma.” Así sintetizó el misterio del ajedrez Stefan Zweig, aquel famoso novelista austriaco que terminó suicidándose en Brasil luego de un largo periplo buscando huir de los horrores de la Segunda Guerra.


Zweig en una de sus novelas titulada “El jugador de ajedrez”, publicada un año antes de su muerte, relata cómo el juego salva de la locura de la prisión al doctor B, quien roba un libro donde se resumen partidas famosas; las estudia hasta el cansancio y luego--ya liberado-- por circunstancias fortuitas se encuentra frente a frente con Mirko Czentovic, campeón mundial de ajedrez. El desenlace obliga al doctor B. a pasar por una situación límite.

Otro autor fanático del ajedrez fue el asturiano Leopoldo Alas, conocido mundialmente por el seudónimo de “Clarín”, autor de “La regenta”. El escritor era respetado por su buen ajedrez y también eximio billarista. Muchos curiosos presenciaban las partidas de Clarín que solían ser muy extensas ya que el escritor se tomaba todo el tiempo para mover las piezas, lo que provocaba la exasperación de sus contrarios.

Un curioso relato titulado “Mi entierro (Discurso de un loco)”, el protagonista rememora las circunstancias de su funeral y sobre todo las habladurías que hacen los amigos sobre el muerto; éste reacciona cuando uno de ellos dice que hacía trampas jugando al ajedrez, su indignación es tanta que se levanta del cajón en pleno entierro para desmentir esa afirmación. En su delirio cree que está vestido de peón blanco en una casilla negra y vigilado por un caballo.

También Ricardo Palma, en sus "Tradiciones Peruanas" incorpora el ajedrez a sus escritos; en una de esas tradiciones narra la supuesta partida entre el inca Atahualpa y el conquistador español Francisco Pizarro.

El escritor ruso Vadimir Nabokov publicó en la década del 30 una novelita titulada "La Defensa". En ella un gran maestro de ajedrez, Luzhin, se refugia en el juego para huir de una vida atormentada.

En "El Amor en los Tiempos del Cólera", novela del colombiano Gabriel García Márquez, el doctor Juvenal Urbino, es un apasionado jugador de ajedrez y dejaba sus ocupaciones habituales para ir a jugar a un pequeño conventillo donde vivía Jeremiah de Saint-Amour, un aventurero de quien se decía que le había ganado una partida nada más y nada menos que a Capablanca.

Arturo Pérez-Reverte, autor de la novela “La Tabla de Flandes” cuya trama es una doble y “simultánea” partida de ajedrez entre el caballero Roger de Arras y el duque Fernando de Ostenburgo representados en una pintura de Pieter Van Huys; y entre César, el anticuario y Muñoz, un ajedrecista. En esta historia el ajedrez es la clave para encontrar a un asesino, quien deja pistas de sus siguientes pasos a través de problemas de ajedrez.

La lista es interminable, como dos juegos humanos, la literatura y el ajedrez bien merecen tablas, por hoy.

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