QUIJOTADAS III


Este pequeño y caótico recorrido por Cervantes y su Quijote llega a su fin. Ha sido una sencilla manera de rendir homenaje a una obra singular en el mundo de las artes y, más allá del mercadeo editorial, demuestra la vigencia del Quijote como artefacto cultural 400 años después, lo que no es poco, sinceramente.
  • Entre 1605 y 1615, fechas en las que aparecen la primera y segunda parte del Quijote, Cervantes es un hombre de sesenta largos años, sin embargo, como si el éxito de la primera parte del libro le hubiera renovado los bríos de escritor, publica en ese lapso sus Novelas ejemplares, Viaje del Parnaso, ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca presentados, y la segunda parte del Quijote. Un verdadero prodigio de productividad.
  • Y antes de la segunda parte aparece otro Quijote, firmado por un tal Avellaneda. Las conjeturas sobre la identidad del autor ocupan miles de folios y el misterio sigue. Quizás convendría arriesgar una hipótesis: el autor del Quijote apócrifo no es otro que el mismo Cervantes. Presionado por la cortedad de sus días y lo mucho que quiere escribir y lo exiguo de las ganancias, encandilado con el éxito editorial contrae compromisos que no puede cumplir en forma cabal, y escribe la continuación del caballero de La Mancha a las apuradas, el resultado es una obra flaca y de poca sustancia. Entonces decide publicarla, a la par que la rescribe completamente, con el nombre de Avellaneda y así depositar algún dinero en las alforjas casi siempre vacías.
  • Sí, por qué no pensar al Quijote de Avellaneda como un ejercicio de escritura cervantino, uno de los tantos embelecos que gustaba Cervantes para desconcertar y entretener a sus lectores.
  • Los narradores del Quijote son muchos y todos dependientes entre sí, una voz plural, una traducción de la traducción, una cadena de voces que plantea interrogantes sobre la ficción y la verdad.
  • La sátira, la parodia y la ironía, sobre esos puntales está edificada la novela. De ellos se desprende naturalmente el humor. El humor cervantino es entrañable, querible, siempre la risa está acompañada de la mirada indulgente y cariñosa del autor.


  • También es el Quijote un tratado sobre la risa, sobre el humor y sus procedimientos, sobre la mirada humorística del autor sobre sus personajes que se revela como un espíritu juguetón inflama a la novela. Esto nace de cierta vitalidad existencial en Cervantes.
  • Cervantes, el manco, el escritor desestimado, el de las cárceles, el de la pobreza, no perdió nunca ese vitalismo, sino cómo se puede explicar el prólogo a Los trabajos de Persiles y Sigismunda que apareció póstumo.
  • En ese prólogo, Cervantes presiente su muerte cercana y lo comienza “Puesto ya un pie en el estribo...”; en sus líneas finales se despide del lector, pero también de la vida, y sin embargo, sus palabras son todo lo contrario de un testamento: “adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida”. Eso es Cervantes.

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